EL TESTAMENTO DEL AÑO VIEJO EN MIRA
La despedida del año viejo y el recibimiento del año nuevo, tiene singular colorido en Mira.
El testamento del año viejo es una tradición antiquísima en Mira. El año que fenece se torna, para esta fiesta, en un personaje cargado de trecientos sesenta y cinco días.
Se queman a todos los días malos por los acontecimientos nefastos que hayan pasado colectiva o personalmente.
La tradición ecuatoriana, de la quema del año viejo, se remonta, según se dice, a la incineración de las pertenencias de los fallecidos y enfermos en las pandemias del pasado en la ciudad de Guayaquil.
Esta acumulación de días transformado en un hombre o mujer, confeccionado con mucha habilidad; con ropas embutidas de viruta o periódicos, dan la apariencia a algún vecino que paradójicamente se lo “quiere” o es una buena persona, sin embargo, se generaliza la “quema” a los malos políticos, a los sinvergüenzas o a los dañinos de la sociedad.
Otros son anónimos, y, recientemente, se han ido incluyendo personajes de películas, héroes y villanos extranjeros o míticos.
La confección de los monigotes, se lo hace en grupos sociales o familiares, e, incluso, en varias ciudades, se compran a los artesanos, que, para esta fecha, los venden.
La quema es a las doce de la noche, luego de una severa golpiza para que se vayan todos los males y el nuevo año llegue con ventura.
Junto a este “año viejo”, en Mira, se acostumbró por muchos años a leer el testamento y la letanía. En una parodia de fin y muerte del año. El “monigote” pide que se lea su testamento, entre llanto de las viudas y deudos. Aparece el notario, con su voz en tono solemne, dando cuenta de la última voluntad del moribundo.
Testamento cargado de chanzas, verdades dolorosas, miserias escondidas, que a todos los presentes sacan más de una sonrisa, y a los agraciados una contrariedad y, en ocasiones, también festejan las ocurrencias de los notarios.
El testamento está lleno de parodias, chascarrillos, mentiras, plagios flagrantes; al fin, en una pieza literaria en la que todo vale.
Los deudos son muchos; el presidente de la República, los ministros, las autoridades provinciales y locales, y, sin duda, los notables que en toda lado, no faltan.
En el pasado se lo leía en varias partes del pueblo, luego por los alto parlantes, la radio, y, posteriormente, por los medios virtuales de difusión masiva. A nivel nacional se publicaba en los periódicos o se vendía, como una separata.
En Mira, un grupo selecto de vecinos, se encargaba de mantener la tradición de los bailes de inocentes, los remedos, la quema del año viejo y el testamento. Esperemos que no se pierda con el paso del tiempo y la modernidad.
Hemos recuperado un testamento del año 1978, del que tomamos, algunas partes. Lastimosamente, son tantos los años que han pasado, que los personajes y los hechos a los que se hace referencia, tanto nacionales como locales, no serán del conocidos de todos nuestros lectores, sin embargo, es un recuerdo de esta costumbre de nuestro pueblo.
TESTAMENTO DE 1978.
Como el fin ha llegado/ para este triste viejo/ me miraré en un espejo;/ -aún cuando sea alquilado-/ para verme retratado/ fielmente de cuerpo entero/ y utilizaré el guargüero/ para decir ciertas cosas/ que son verdades cerdosas/ que mal sumadas dan cero.
Me voy porque me voy, / como dice el tango;/ adiós compañeros de mi vida/ adiós muchachotas/ compañeras de mis noches/ voy a alejarme de mi buena mireñada/ aunque alguna haya quedado desengañada.
El Patojo Homero/ ayer, fue a verme/ a pedirme la herencia,/ y que le de trago del efectivo;/ también como es chiltero/ el patojo, ni pendejo/ se pegó una buena carcajada/ diciendo que ha volado/ el condenado del Jaime Tricolor Caicedo/ que todos los años hacía de notario,/ pero nunca había anotado/ lo que el año viejo, a él, le había dejado.
El Pipón que llegó a tiempo,/ también sonrió, y me pidió un trago/ se tomó un buen bocado,/ y dijo apurado;/ ahora si se acabó/ que le sigan jodiendo a uno/ y si no todos los años me dejan pendejadas/ porque ese Jaime Caicedo/ sordo creo que era,/ el año viejo, anticipado/ me dejó buenas cosas/ y este Jaime con su lata asomaba/ y allí el Pipón/ de hazmerreir quedaba.
Pido antes que nada/ que no peleen por la tajada/ y si lo que te dejo no te ha gustado/ y estás a punto de llorar y colorado/ eleva una plegaria al cielo/ porque no digo todo lo que he visto/ en el transcurso de este año.
Primero, antes que más valga/ me acordaré de mis bámbaros,/ y les dejaré recomendando/ que no se confíen en la Vieja Ciento Ochenta/ ni en el Luis Chipico, llamado Mama;/ les dejó al Socrocio y al Padre Alonso/ para que digan “no si sabi”.
A los trabajadores del Ministerio de Agricultura les dejo:/ diez fajos de barajas/ un libro de crucigramas/ cinco camas/ y el librito titulado:/ como cansarse menos y trabajar mas; /ya es hora de que dejen de mangonear/ y se pongan a trabajar.
Al sapo, los Enríquez;/ al guambra Julio Méndez,/ al cushico Alfredo Palacios/ al Oscar Ruiz, que bien que bien,/ al Lauro Arboleda, les suplico/ no hagan sufrir al Carlos Chipico.
A los comunales les dejo:/ los transportes Mira;/ con los Martínez, el Rulo Andrade,/ y el Canónigo Carrera;/ el almacén de insumos,/ la bomba de gasolina y sus cholitos/ todo esto, les ruego cuiden guambritos,/ no peleen y siempre unidos sigan.
Mi mujer, que muy pronto será viuda/ me pide que les deje regalando/ un Pericuyo de cuerda/ para que se los guarde en su bolsillo a los choferes/ y de las iras al Antonio las orejas le muerda.
A los guambritos que les dicen peruanos/ no sería de dejarles nada, por necios/ pero como soy buen padre con todos, le dejo:/ los pasajeros del Expreso/ un Jiménez de gerente/ y los insultos del Potente;/ por lo que vemos en la presente/ van a El Ángel a la llama,/ vienen a Mira a la candela,/ les dejo, que más les dejaré/ una sentencia daré:/ háganse los que no ven/ digan que sordos, también, son/ muditos por conveniencia, también/ y organicen una nueva cooperativa, más bien.
A los del Movimiento Popular Democrático a luchar/ les dejo por voluntad soberana del pueblo ecuatoriano/ de candidato eterno al negro Jaime Hurtado/ y al cholo Camilo Mena/ les trato así, por voluntad soberana de sus discursos;/ y no por ser de su partido/ porque a mi me gustó siempre la moda/ y ahora soy de todos los colores.
Guambras del M. P. D., les ruego/ le sigan al Camilo para que venga a su cuartel general/ que en destacamento quedara por la desbandada/ de los que se hicieron liberatos/ godos o socio listos/ y les dieron la patada/ en toda la riñonada del Camilo y el negro Hurtado/ del loco Chamorro y su gallada.
A mis hijos los más afortunados/ me refiero a los cefepuchas/ en especial al Rigoberto/ vos que eres dueño del Roldós/ pídele algo bueno/ si viene de regreso/ chúmalo con tardón/ y pídele pavimentación/ y si puedes, no te hagas el pendejo/ y háblale de la cantonización.
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