FRANKLIN CEPEDA ASTUDILLO: COMENTARIO DE LA NOVELA SOLTAR LOS PASOS





SOLTAR LOS PASOS (NOVELA)

Bayardo Ulloa Enríquez

Mira, 1953

Con la frase “no termino de irme porque aquí encontré todo”, Bayardo Ulloa resume su afecto, hacia Riobamba, ciudad a la que siente suya tras 24 años de residir en ella. Sus documentados diálogos sobre poblaciones como Penipe, Chambo, Guamote, Alausí... frecuentemente llevan a sus interlocutores a indagar las razones por las que un carchense se habrá interesado a tal punto en el conocimiento de la historia de Chimborazo.

Bayardo Ulloa realizó su primaria y secundaria en el Colegio Alfonso Herrera de El Ángel, provincia del Carchi. Obtuvo el título de Ingeniero Agrónomo en la Universidad Central, realizó una Maestría en Administración Educativa en la Universidad de Loja y complementó su formación con cursos en España. Su formación en un área especialmente técnica, a la que corresponden trabajos sobre Organización Campesina e Interpretación Ambiental, no ha obstado para su incursión en las Ciencias Sociales con especial dedicación a la investigación histórica. Sus búsquedas se han orientado al estudio de los cacicazgos, mitas, obrajes, costumbres y otros temas sobre los que ha compuesto artículos basándose, en gran medida, en fuentes paleográficas del Archivo Juan Félix Proaño. Al referirse a su producción literaria evoca algunos centenares de poesías inéditas y dispersas que, tras una lectura crítica, el tiempo revela como impublicables, así como algunos relatos que alcanzaron la publicación en revistas como Sacapuntas. Su novela Soltar los pasos, escrita en 1982 y publicada 21 años después, se desarrolla entre 1584 y 1981 en un pueblo de Carchi cuyas vivencias y cultura son presentadas considerando fenómenos como la migración, las presiones políticas y la pobreza. Actualmente, informa, prepara una novela ambientada en Riobamba en la que se propone develar aspectos poco conocidos de la historia local, tal el caso del papel que la ciudad cumplía en tiempos del auge de la explotación de la cascarilla sin obviar las vinculaciones políticas y sociales de este asunto.

Obra Principal (Editada por su autor)

Soltar los pasos, novela, Riobamba, Editorial Pedagógica Freire (Impresión), 2003

Soltar los pasos, sinopsis

Esta novela está compuesta por 29 capítulos con un título asignado a cada uno de ellos. Sus páginas presentan las vivencias de Mira, pueblo del Carchi cuyas pobrezas, necesidades y problemas de tierras movilizan a sus habitantes en torno a algún agitador o llevan a los políticos a ver al pueblo como un filón acaso aprovechable para la satisfacción de sus intereses particulares. Una de las historias que se cuentan alude a la presencia de un duende cuyas travesuras producen malestar en algunos habitantes del pueblo, tal el caso de la señorita Clarisa que, trastornada, es visitada por un sacerdote que no sabe qué hacer en su auxilio y un boticario que rechaza la posibilidad de que esté “enduendada”.

Don Daniel Lara y doña Lucrecia forman una pareja cuyos hijos, casi en su totalidad, sufren prematuras muertes, situación que, ante cada nuevo nacimiento, lleva a don Daniel a pensar si debe conseguir padrinos para el bautizo o cura para el entierro. Sobreponiéndose a sus limitaciones económicas consigue trasladar a los sobrevivientes a Ibarra para que puedan acceder a la secundaria.

Otra de las historias nos presenta a Carlos, el carpintero del pueblo quien, pese a ser el único en su especialidad, apenas halla trabajo hasta que decide dedicarse a construir ataúdes para que los finados del pueblo no sigan siendo botados en huecos envueltos en humildes esteras. Pese a que algunos moradores llegan a encargar sus ataúdes en vida esta ocupación apenas le permite sobrevivir. Cuando los años han consumido sus fuerzas y se ve impedido de trabajar no le queda más que ir vendiendo sus herramientas y esperar el día de su muerte.

Don Daniel alegra los ratos libres asistiendo a las peleas de gallos y libando ocasionales puntas. Años después el deceso de su mujer lo sume en un penoso estado de soledad, abandono y desesperanza. Su hijo menor ha desaparecido sin que de él se vuelva a saber cosa alguna. Aparicio y Ambrosio, a quienes suponía en Quito, han dejado los estudios. Daniel va en su búsqueda, pero no los encuentra. Tiempo después ellos regresan a Mira. Su padre los recibe y los atiende, pero les informa de su decisión de retirarse del lugar con el deseo de que algún día los encuentre hombres de bien ya que no cumplieron con su anhelo de verlos profesionales. En su extrañamiento Daniel vive una temporada de vida dispendiosa. Llega un momento en que conoce en Santo Domingo a Gavidia, joven lojana que acepta unirse a Daniel. De este compromiso nace Danielito. Su llegada da nuevos bríos a su padre, pero éste, lejos de su natal Mira, se siente agobiado por la nostalgia; las noticias sobre Carchi, publicadas semanalmente por un diario capitalino, no se refieren a cosa alguna que sea de su inmediato interés, tal parece que Mira no existiera. Los habitantes del pueblo, mientras tanto, no han dejado de abandonar el lugar o la vida misma.

Daniel, junto a su nueva familia, se ha instalado en Guayaquil. Gracias a su trabajo deja de ser un pobre “bota mierda” y se convierte en un próspero comerciante. Gavidia también ha cambiado: ya no es una campesina lojana, es una “señora” y ha dado a Daniel una nueva criatura: Rosa Mercedes. Un día, inesperadamente, Daniel recibe una carta de Mira enviada por el cura del lugar. Por ella se entera de que sus hijos se han convertido en hombres trabajadores y han formado sus propias familias. Decide ir a visitarlos. Danielito y Rosa se muestran ansiosos por conocer “el país” de su padre.

Daniel quisiera establecerse en su tierra. A Gavidia no le agrada la idea y, aunque también comienza a sentir nostalgia por su natal Alamor, tampoco cree que convenga regresar a Loja como no sea por una corta temporada vacacional. En medio de estas cavilaciones emprenden el viaje hacia Mira. Cuando todo parece ir de lo mejor el tren en que viajan se precipita a un abismo. Gavidia muere. Daniel, pese a los esfuerzos de los médicos, pierde a Danielito y Rosa Mercedes quienes, víctimas de graves heridas, mueren poco tiempo después. Quien lo acompaña en estos difíciles momentos es su amigo el negro Manuel Chalá. Daniel, repentinamente envejecido, con sus bienes consumidos y sin fuerzas para volver a comenzar, decide regresar a Mira. Resignado toma el tren, pasa por Alausí, Guamote, Cajabamba y otras poblaciones de Chimborazo, pernocta en Riobamba y, tras nuevas escalas, llega a Mira.

Ya en su pueblo acude hasta su casa, la cual, sin su autorización, ha sido modificada. Sus hijos lo reciben con aparente afecto, pero sienten que ha llegado una molestia que, pese a ser el dueño de la vivienda que habitan, habrá de mermarles el espacio que comparten con sus familias. Ambrosio acepta cuidar a su padre, aunque únicamente con la expectativa de apoderarse de su casa en cuanto muera. Su nuera, mujer ambiciosa e hipócrita, lo atiende en procura de ganar su favor. Daniel, añorando sus tiempos de gallero, compra un pollo, animal al que prodiga su afecto y considera su amigo.

Daniel inquiere a Aparicio por el baúl y las cosas que dejó antes de marcharse. Aparicio le informa tener el baúl, pero no las cosas pues aquellas, dice, fueron robadas. El baúl le es devuelto y de su interior extrae fotografías y recuerdos de su primera mujer. Creyendo ingenuamente en la sinceridad de las atenciones proporcionadas por su Ambrosio y su nuera decide entregarles la casa. En cuanto la entrega se ha cumplido la amabilidad de ellos deviene trato displicente y hostil. Daniel comprende que cometió un error y ahora ni siquiera es atendido en su alimentación. En estas circunstancias acude hasta un salón y descubre que las cosas de su mujer no fueron robadas, sino que Aparicio las vendió por su cuenta. Aprovechando la salida de Ambrosio y su mujer, toma las pocas cosas que le quedan, su gallo y se instala en un cuarto prestado.

En un intento por hacerse de unos sucres lleva a zaratano, su gallo, a una pelea. La fuerza de un gallo colombiano le arrebata los últimos sucres que le quedaban. Regresa al cuarto, enciende el último “pucho de vela”, cura al gallo, y se acuesta a dormir. Al día siguiente, con un cierto retraso, el gallo vuelve a cantar, pero Daniel no despierta ni precisa la ayuda de nadie. Los curiosos no tardan en llegar hasta la puerta del cuarto. El gallo aletea, canta con fuerza y todos sienten que en sus vientres se clava un dolor no conocido.


Franklin Cepeda Astudillo. 2003. Novelistas Chimboracenses. Índice Bio- Bibliográfico 1868 – 2003. Káustika Ediciones. Riobamba. 226 p.


Comentarios

Entradas populares