PRIMER SALÓN DE PINTURA CON ARTISTAS MIREÑOS



Al recibir el oficio con la honrosa petición para que presente la obra en el Primer Salón de Pintura con Artistas Mireños, sentí, inmediatamente, como el entorno de mi tierra se abrió para volverme a mostrar las mejores imágenes en ese lienzo inmenso de nuestro firmamento circular.
Desde tiempos inmemoriales, Mira, por su ubicación en este sitio de privilegio, en la Cordillera de los Andes, ha hecho sentir y vibrar de emoción a propios y forasteros.
Con palabras se ha pintado a nuestra tierra, Medardo L. Ulloa, escribía: "Su amanecer es áureo, y en el límpido cielo se levanta el Astro Rey, pródigo en obsequiarnos su fulgentes rayos. Su atardecer es encantador. Nubes de diversos colores, tenues y juguetonas cubren el infinito azul del firmamento al ocultarse el sol. Tardes de mi tierra en las cuales la comba celeste se adorna con fajas rojas y grises que cambian al anaranjado, al crema y al azul claro, las que, lenta y apaciblemente van desapareciendo a medida que avanza la noche. Tardes de mi tierra, debéis ser cantadas por los Dioses del verbo con arpegios de ruiseñor. Hay mo­mentos vespertinos en que nos parece que algo anormal sucede en nuestros órganos visuales. Fenómenos indescriptibles por su hermosura. Extraña claridad inunda el horizonte. Parece un nuevo amanecer. Bellas ráfagas erizadas se extienden desde occidente hasta perderse en media bóveda celeste. Parecen proyecciones emergidas de un enorme foco de luces de artificio. O tal vez, de un conglomerado de diamantes, rubíes, esmeraldas y zafiros, cuyos resplandores refractados en el éter, iluminan las tardes de mi terruño".
Fernando Villarroel Gutiérrez, periodista chileno, al que Mira le debe mucho por ser uno de los convencidos en la lucha por la cantonización, en una veintena de artículos publicados en distintas fechas, a partir de 1976, en el diario "El Comercio" y en el vespertino "Ultimas Noticias", también pintó con textos a cada uno de los pueblos de nuestra jurisdicción cantonal, y, en el reportaje del 20 de julio de 1977, en el “El Comercio”, lo bautizó como “Balcón de los Andes”, y el 5 de octubre de 1980, revivía el día del triunfo, y el instante cúspide de nuestras aspiraciones: "Repentinamente repicaron las campanas. Los niños habían hecho escalera humana para alcanzar el campanario y toda la gente empezó a con­centrarse en el parque. Gritos de júbilo anunciaban que se cumplía el ansiado anhe­lo de la población: convertirse en Cantón. Cinco años de intensa lucha y gestiones pero, al fin, llegó la realidad". "Mira res­plandece, celebra su cantonización dis­puesta a luchar para hacer mérito a su nuevo nombramiento. Todos unidos y siem­pre alegres, porque ese parece ser su le­ma, la característica que atrae a los visitantes al 'Balcón de los Andes', porque Mira es hermoso desde El Hato hasta la Cordillera de las Golondrinas".
Así mismo, se vuelve necesario recordar que nuestro territorio tuvo excelentes artistas. Ese recorrido debe hacerse desde los utensilios utilitarios y ceremoniales de nuestros primeros habitantes, en especial de aquellos que se ubicaron en lo que hoy corresponde a El Hato, en donde pudimos observar piezas extraordinarias, conteniendo diseños de primor, representando el entorno, jeroglíficos de los que se deben descubrir sus significados; plantas, aves, animales, seres humanos; el paisaje, la luna, las estrellas y el sol. Diseños en colores; ocre, negro y marrón.  También, hemos tenido en nuestras manos y mirado con mucha curiosidad la pieza arqueológica de la colección que realizara el destacado historiador Federico González Suárez, y en la que se representa a un músico mireño, confluyendo allí varias manifestaciones culturales
Llegada la colonia con su influencia decisiva, pienso en Luis de Ribera, destacado maestro del siglo XVI, pintor, escultor y experto “encarnador” de imágenes, que pintó un retablo en la iglesia de Mira y los cuadros de la Divina Pastora y el de las Almas. Trabajó la policromía de la virgen de Guadalupe en la iglesia de Guápulo, junto a Diego de Robles. 
El 6 de agosto de 1584 se producen dos actos significativos; "se le provee de media caballería de tierra para viña y huerta en término del dicho pueblo de Mira, en lo caliente, donde parece habérsele dado y señalado los caciques e indios de Mira en pago a cierta pintura de un retablo para la iglesia de dicho pueblo”. Además, a este pintor, vecino de Quito "... se le proveyeron seis caballerías[1] de tierra para estancia de pan sembrar en términos del pueblo de Mira, una legua más arriba a mano izquierda, como se va al asiento y pueblo de Ángel, llamase la tierra Quisnanmira, linde por una parte el camino real del Ángel y por otra parte una quebrada que baja del páramo"… (Libro de proveimientos de tierras, cuadras, solares, aguas, etc., por el Cabildo de la ciudad de Quito).
Luego, en el transcurso de la vida, vimos y sentimos una infinidad hechos naturales y otros extraordinarios. El cuichi, el famoso arcoíris, se apareció, cruzando de quebrada a quebrada, para brindarnos esa fusión alegre de colores.
Hemos distinguido el color de la sangre cuando fluyó del corte preciso que nuestros mayores le propinaban al animal para curar el achaque, y saboreamos la nuestra cuando caímos al suelo en una carrera o en un juego inocente, y, además pintamos la ropa con distintos colores y con preferencia el verde de la hierba en las rodillas.
La chamiza nos impregnó de colores cálidos y el humo y el pelaje del novillo la oscuridad de una cornada. Infinidad de colores saltaron del castillo entre candelillas surgidas de la aplicación de la química tradicional de los coheteros.
Hasta el tardón se encargó de hacernos ver las cosas a colores, cuando quisimos sorprender a las brujas que cruzaban nuestro pueblo. Las estrellas y la luna nos empujaron a recoger los claroscuros junto a al toro de la oración, confundiéndonos entre lo onírico, lo real y fantástico.
Cuando hemos quedado de espaldas, la inmensidad de nuestro cielo nos ofreció el azul intenso y la gama de blancos de las nubes juguetonas. El sol y las vacaciones nos pintaron de amarillo y las tardes de ocre y rojo encarnado.
Esta geografía generosa nos ha nutrido y nos ha entregado la mejor escuela para la vida, poniéndonos frente a nosotros toda su pureza y su simplicidad. Seguimos, como antes, en un encuentro directo con la naturaleza y el entorno. Seguimos jugando con la tierra, el agua, el viento, sintiendo la fragancia de las flores, el sabor de las frutas silvestres que nos brinda la quebrada, contagiándonos de las texturas de hojas, piedras, canguaguas y terrones. Nos aventuramos a ensayar la primera obra de arte en la pared blanca de la casa con un carbón robado, fortuitamente, del fogón. También, hicimos todo el proceso desde la elaboración del molde hasta el pintado de la careta para bailar en inocentes.
Frente a nuestros ojos se abrió el mantel de colores del andariego randi que visitaba el pueblo y los colores se desperdigaron en pequeñas madejas de hilo tinturado.
Los tejidos de sombreros de paja toquilla, con formas, cocos y colores. Los tejidos de los sacos de Mira, vendidos como otavaleños, con su infinidad de puntos de cruz creados por nuestra imaginación y requeridos por su gran belleza.
Los pájaros nos prestaron los colores que los llevan enredando entre las ramas de los árboles y cultivos, elevándose hasta el cielo y volviéndose tornasoles en caída libre, así como las cometas de papel celofán con rabo de trapo multicolor que alegraron agosto.
Así fue nuestra escuela natural, nuestro entorno, nuestra vida transcurrida en este pueblo que ya viene siendo más que treintañera ciudad.
A ustedes, nuestros pintores, los sentimos diferentes a otros, porque así lo quiso nuestra cultura. Me imagino que son de los pocos pintores que tienen en su paleta, a más de la clasificación clásica del color; el lacre, el solferino, flor de haba, sangre de toro, humo, blanco nieve, y por añadidura, fueron nuestros y de ustedes, y, de nadie más; el bayo, alazán, rosillo, el arroz con leche, moro, capulí; los colores puros, los retintos o los gateados. 
Con esto lo que quiero es descubrir ese motor que impulsa todas nuestras actividades y en este caso particular, quiero descubrirles a ustedes, nuestros pintores; su origen, porque desde allí nacen sus empeños por ponerle color a sus lienzos.
En su recorrido académico por desentrañar, otros secretos, serían largas las jornadas para estudiar la teoría del color, las distintas escuelas de la pintura, partiendo de la historia del arte, los “colores luz”, los colores primarios y las nuevas investigaciones que nos llevan, cada día, a los descubrimientos modernos de que la longitud de onda hace, al color, visible e invisible al ojo humano.
Revisarían a Aristóteles (84-322 AC) con sus teorías y sus colores correspondientes a la tierra, el fuego, el agua y el cielo, en esa combinación de luz y la sombra. Estudiaron a Leonardo Da Vinci (1452-1519), con su escala de colores básicos, el fundamental, el blanco como receptor de los otros; el amarillo para la tierra, verde para el agua, azul para el cielo, rojo para el fuego y negro para la oscuridad. E Isaac Newton (1642-1519) dijo que la luz es color y todo ese descubrimiento luego de pasar la luz por un prisma y encontrar la conformación del espectro y concluir en que “todos los cuerpos opacos al ser iluminados reflejan todos o parte de los componentes de la luz que reciben”.
Johann Göthe (1749-1832) con sus estudios sobre la modificaciones fisiológicas y psicológicas de los humanos frente a la exposición de los colores y las relaciones de estos con las emociones que puede generar el color. Luego, Alber Múrsell, con la ubicación de los colores en un espacio tridimensional y los atributos de cada color. Y nuevos estudios y descubrimientos que les nutrirá la parte teórica.
Y, al fin, ese trabajo, insistente de largas jornadas, en soledad, para alcanzar por experimentación propia, el manejo del espacio, las formas, el juego de las luces, los matices, la intensidad, las texturas y una infinidad de técnicas que logran hacer visible esa búsqueda interior de cada pintor.
Por esto no podría analizar, uno por uno, a nuestros pintores, porque sería tarea muy grande y de especialistas en el tema, pero si quiero resaltar su versatilidad y su profesionalismo.
Los pintores que exponen en este primer salón, son; GENARO ONOFRE, DARWIN ALEJANDRO MAFLA TOBAR, EDGAR FERNANDO PAZMIÑO PALMA, IRVING JHONEY CUAYCAL PORTILLA y OSCAR MANUEL OBANDO. 
Mi enhorabuena Genaro, Darwin Alejandro, Edgar Fernando e Irving Jhoney, porque hoy, han llegado con su obra a manifestar su amor a, esta, su tierra.
Cada uno ha hecho su propio camino, soltando los colores que llevaba desde la cuna en su cabeza, cada uno puso las texturas que siempre sintieron sus manos, y, de esta manera, se volvieron representantes de nuestra identidad, haciendo visibles ese conjunto de valores, tradiciones, símbolos, creencias y modos de comportamiento, y sobre todo, manifestando el orgullo de ser mireños.

Mira, agosto 10 del 2012

Bayardo Ulloa Enríquez




[1] “Una caballería mide la superficie de 16 cuadras cuadradas, o sea once hectáreas 2896 metros cuadrados". Tobar Donoso, J. 1961. La Lengua Rural, en la Región Interandina del Ecuador. Ed. La Unión Católica, C. A. Quito. p. 53.

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