EL TORO VENENO

En el mes de septiembre del 2021, tuve la gran oportunidad de recorrer el campo de mi provincia. Volver, a los tiempos, a lugares que se habían perdido en los recovecos de la memoria juvenil.

Llegamos a la hacienda La Rinconada, de antiquísima data, y que en su territorio se han desarrollado muchos momentos de la historia. Recorrimos por varias partes; muchas de ellas, ya destruidas; otras, en recuperación.

 

La curiosidad se rompe por lo que más perturba. Los asistentes a esta caminata, recordaron que la hacienda La Rinconada era la cuna del toro más bravo que ha tenido estos lares y, al final, se animaron a preguntar al mayordomo que nos atendía; ¿y el Veneno?, en seguida tuvimos respuesta; ¡adentro está! 

En uno de los aposentos de la gran hacienda se conserva la cabeza de este toro, desmejorada por el paso del tiempo, pero allí estaba para temor y admiración de todos.

Esta hacienda, para el año de 1802, correspondía al anejo del Ángel. Fue propiedad de don Manuel Mier, y su esposa, doña Rita Albuja, que la remataron en Ibarra por el valor de 11.325 pesos 4 ½ reales.

La hacienda se componía de “cría de ganados mayores y menores, potreros de ceba, tierras de labor, casas y demás utensilios para los cultivos”.

Al fallecimiento de don Manuel y doña Rita, los herederos se dividieron los bienes, correspondiéndoles, la hacienda La Rinconada a los hermanos; Miguel, Manuel y Juan Antonio, estos dos últimos ya fallecidos, pero que por testamento dejaron sus partes a don Miguel, que el 30 de abril de 1830, vende el potrero de Pacaya por el valor de 625 pesos al Coronel del Ejército Ramón Chiriboga. 128/90/68/J. AHMCYP. Ibarra.

 

En tiempos de la independencia de lo que hoy es Ecuador, los hermanos Mier; Francisco Xavier, Antonio, Manuel y Miguel y D. Elías Bolaños, hacendados del sector, eran animadores y comprometidos con la causa insurgente que la lideraban en el Norte; D. Silvestre Soberón, D. Juan Recalde y D. Gaspar Palacios. 

Participaron en el movimiento más espectacular de los alzados en armas, que fue el asalto y captura del brigadier Juan Sámano en el sitio de Alchil (Archil). Juan de Sámano había vuelto de España como comisionado para pacificar la Real Audiencia de Quito, que, nuevamente, se declaró independiente y establecido como Estado de Quito el 11 de octubre de 1811. Sámano era un militar español, nacido en Selaya, Cantabria. Realista sanguinario. Había ordenado muchos fusilamientos de soldados independentistas, y en nuestro sector, se ejecutaron en las plazas de Ibarra, Tulcán y Puntal.

Los guerrilleros del Norte, secuestraron a este brigadier y lo tuvieron por varios días recorriendo escondites que fueron las haciendas del sector, como Pucará, Nazate, Car, Puermal, La Rinconada, Chiles. Pero esto será contado en otro artículo.

Les adelantaré, otro acontecimiento, que sucedió en los potreros de la hacienda La Rinconada; a mediados del siglo pasado, se produjo algo insólito; cayó un avión lleno de dinero. Así como lo lee, un avión lleno de billetes se precipitó a tierra. Unos decían que era dinero para pagar la nómina de los empleados de la Provincia del Carchi, otros que estaban llevando una plata “robada” del erario nacional.

La cuestión es que este echo causó conmoción en el sector. Muchos se apoderaron de grandes cantidades de dinero, otros se contentaron con los billetes quemados y, el cura del pueblo, furibundo, excomulgó anticipadamente a los “ladrones”, si no le iban a dejar los cajones de plata a su despacho para tenerlos en custodia, y, claro se hacían acreedores a absolución. 

Las personas directamente involucradas y que llevaron la peor parte, fueron; Gonzalo Dávalos y Nelson Maldonado, el piloto y copiloto de la nave siniestrada.

Así, mismo, esta es otra historia.

Volvamos al toro Veneno; todas las fiestas de los pueblos que tienen una relación directa con las ganaderías, las han expresado con corridas de toros, como un acto insustituible.

Para El Ángel, no era la excepción, y cada fiesta del cantón, se celebrada con toros populares.

Este territorio cantonal tiene, grandes e importantes haciendas ganaderas, de donde procedían los toros para la lidia, que en ocasiones sumaban varios días de feria.

Por los años sesenta, apareció en los ruedos del sector, un toro de imponente porte, veloz y furioso, que impuso su presencia entre el terror y el desafío. 

Pronto supieron que se llamaba el Veneno; de seguro en los registros de la hacienda tuvo otro nombre, ya que todo el ganado tiene un nombre por tradición antiquísima, pero que fue cambiado, inmediatamente, por su peligrosidad demostrada en las plazas de toros de los pueblo por donde corneaba a numerosos toreros y borrachos.

Muchos, ni siquiera lo conocían, sin embargo, contaban historias extraordinarias de la furia del gran Veneno. 

Todos querían, en medio de ese prurito que produce el sadismo secreto, asistir a una corrida, en donde el Veneno, sea la atracción que se presente con su peligrosidad innata.

El Veneno, estuvo causando terror en Mira, San Isidro, El Ángel, Bolívar, Huaca, y otros pueblos más lejanos. El Veneno cautivo a todos por su exagerada bravura.

Recuerdo que ya me habían contado de El Veneno, y concluían los días de un lejano septiembre; fiestas de cantonización de Espejo, y, obviamente, habría varias corridas de toros, en las que el Veneno debía estar presente en la plaza de El Ángel.

En la tarde, se derramó la noticia y los gritos de dolor en mi pueblo, en Mira, porque ese día, el toro Veneno había tomado con sus cuernos y con sevicia acribilló a un paisano que tenía su casa de vivienda a una cuadra de distancia de la mía. 

Esa tarde fue de luto para el pueblo, el Veneno acababa de matar a don Segundo Portilla.

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