LOS APODOS DE LAS MONEDAS

Tradicionalmente el pueblo se complace poniendo apodos, motes o remoquetes a sus vecinos, amigos y enemigos. Los apodos, por lo general, son muy atinados y, que con una o pocas palabras describen al personaje. La picardía popular no se conforma con eso, ha rebautizado todo, absolutamente todo.
Las monedas, otrora, buenas para adquirir todo lo que se presentaba en el mercado, y, ahora causa permanente de preocupaciones financieras, tampoco se salvaron de los apodos.
Los primeros españoles que llegaron al nuevo continente, traían pocas monedas que no sabían cómo utilizarlas. En tiempos de Carlos V y de Juana La Loca, empezaron a llegar monedas en pequeñísimas cantidades, por lo que les llamaron "Remedios y Macuquinas".
Por la escasez fue necesario acuñar monedas, que se las hizo en plata y al martillo. Como distintivo se colocó una cruz, de allí su nombre de "Cruces".
Ya establecida la Casa de Monedas en Lima, se puso en circulación los "Reales" de a dos, comúnmente conocidos como "Pesetas" y el peso de ocho reales, denominado "Tortón o Flebe". Todavía hay pesetas (de las actuales) pero ya nadie quiere recibirlas.
Las "Calderillas" fueron piezas de mala Ley, por ser de aleaciones bajas en plata y cobre. Las monedas de "ocho dineros de ley" se les conocieron como "Pesos granadinos o Cundinamarcas", que quedaron sin valor el 30 de julio de 1870.
En 1880, la necesidad de monedas obligó a la importación de piezas desde Chile y el pueblo se apuró en llamarlas, "Cero Cinco".
En 1928, En la presidencia del Dr. Isidro Ayora, circularon los sucres bautizados como "Ayoras", y los cincuenta centavos como "Lauritas"; nombre de la mujer del presidente. Posteriormente, otra moneda de cincuenta centavos se hizo acreedora al sobrenombre de "Cinqueña".
En 1943, en Banco Central emitió monedas de plata, acuñadas en Méjico y con valor de cinco sucres, estos fueron los "Jaliscos o Carlotas" que desaparecieron en menos de seis meses, porque el contenido de plata con que estaban elaborados era superior a su valor nominal, por lo que fueron a parar en colecciones (muy pocas), otras en las ollas de entierros, y, las más, convertidas en cucharas o candelabros.
Los cien sucres en billete, hasta ahora (1986), muchos lo conocen como "Morados" y antes de la última emisión de billetes de un mil sucres, se les llamaba "Sábanas" porque su tamaño era mayor a los billetes de otras denominaciones.

HABLANDO EN CHIQUIS

No solo los altos funcionarios, entendidos en el inglés y otras lenguas, nos confunden con su fraseología monetaria de: inflación, sucretización, políticas de shock, divisas, maxi y mini devaluaciones, liquidez, crédito stand by, reescalonamiento, tasas positivas y negativas, para citar las más fáciles. También el "bajo mundo" tiene su lenguaje exclusivo, así como la juventud contagiada de la iniciativa ha desarrollado su clave propia.
No fue difícil encontrar quien nos ayude a descifrar el último asunto. El dinero en general se conoce como "guita o balas", y las "lantas o lainas" son los sucres. Todos los billetes tienen el nombre de "billusos"; los de a cinco "quina"; los de a diez "sota"; los de veinte "ventana", y los de cien "tabla o bamba" y los de un mil "luca". Cuando se anda sin centavo en el bolsillo o más pelado que pepa de guaba, dicen, simplemente: "estar chiro".   

Artículo publicado en el diario “El Espectador”. Riobamba, febrero 3 de 1986.

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