CASCARILLA EN LOS MONTES DE LA PANGA, ALAUSÍ

La planta de la cascarilla desde siempre estuvo en la arbolaria para curar muchos males de los nativos. Su descubrimiento en Loja, Ecuador, permitió que los españoles la conocieran, utilizaran, y, posteriormente, aprovecharan de los grandes recursos que generaba esta explotación de la corteza de esta planta conocida como “ayac cara”, quina o cascarilla.

Los compuestos preparados con la cascarilla sirvieron para controlar la enfermedad de los fríos, las tercianas o paludismo; prácticamente se convirtió en un remedio milagroso. 

Del secreto en que se mantenía la planta, por parte de los curanderos nativos, en especial de aquel cacique, que luego le pusieron el nombre de Pedro de Leiva, que, compadecido, salvo de la muerte segura a curas, autoridades y noble españolas, pasó a ser público.

La curación más conocida fue la de la condesa de Chinchón, doña Francisca de Rivera Enríquez, esposa de Virrey del Perú. El corregidor de Loja, don Juan López de Cañizares, quien experimentó, en su propio cuerpo, los beneficios de la quina que le fuera proporcionada por el mismísimo cacique Pedro de Leiva, fue el que envió la quina para que la condesa de Chinchón, sanara del paludismo. 

Esta curación fue un acontecimiento, luego de que todos tenían, por seguro, que la condesa fallecería. Al poco tiempo del tratamiento, esta mujer, agradecida de la vida y conocedora de la planta secreta y las dosis de preparación de las pociones, se encargó de proporcionarla a todos aquellos que caían con las fiebres, por esta razón, llegaron a conocer al medicamento como “los polvos de la condesa”.

El secreto pasó a los jesuitas que difundieron el uso de la cascarilla con profusión y se convirtió, el producto, en “los polvos jesuitas”

Después de esquilmar los bosques de cascarilla por su explotación exagerada, muchos países se preocuparon por multiplicarla y tener acceso a la única cura que había para el paludismo que diezmaba poblaciones enteras.

Han pasado siglos, y hoy, en el año tenebroso del 2020, cuando una nueva pandemia viral azota a la humanidad, retorna la “cascarilla”, en medio de las discrepancias modernas.  

En la Villa de Riobamba, en el año de 1777 se produjo un juicio y disputa por los montes de Panga, en Alausí, nada más ni nada menos que entre Alcalde Ordinario y teniente general de la Villa de Riobamba, D. Chrisanto Joseph Vallejo y Villarroel, y, el teniente de corregidor del Asiento de Aluasí, D. Joseph Gregorio Iturregui, “por despoxo violento que ha hecho a mi parte de los Montes nombrados de Pangad pertenecientes a sus hacienda y trapiche de Yalancay”.

Al ser un pleito entre autoridades, el Corregidor de la Villa, el 13 de octubre de 1777, nombra y da un poder especial a D. Juan Manuel Mosquera, Procurador de Causas de los de número de la Real Audiencia de la ciudad de Quito, para que litigue por el despojo de sus montes de cascarilla. Poder entregado en la escribanía pública de Cabildo y Real Hacienda, de D. Francisco de Velasco y Vallejo.

“En la villa del Glorioso Apóstol San Pedro de Riobamba a trece días del mes de octubre de mil setecientos setenta y siete años ante mí el Escribano Público de Cabildo y Real Hacienda, y testigos…, etc.,”, se otorga y da todo su “poder Cumplido, especial y, generalmente, al que de derecho se requiere, y es necesaria a Juan Manuel Mosquera Procurador de Causas de los de el Número de la Real Audiencia de la Ciudad de Quito, para que en nombre del otorgante y en nombre de Doña Nicolasa Ambrocia Pérez de Villarroel y Cabero su Madre legítima, vecina de la ciudad de Trujillo del Perú, por quien presta voz y causión y representando sus mismas posesiones ante los Señores Presidente y Oydores de la dicha Real Audiencia”, etc…”. Los testigos fueron; D. Julián Mexia, Joachin Ortis y Antonio Lucio, ante el escribano Francisco de Velasco y Vallejo.

Vallejo poseían, según el alegato, de un título de propiedad expedido en el año de “mil seiscientos y cuarenta”. Lo que demostraba que las tierras fueron compradas a su primer dueño; el licenciado Bartolomé Sánchez que las adquirió, vía de composición de tierras, al Sr. D. Joan de Lizarzaburu, presidente de la Real Audiencia y juez privativo para la venta y composición de tierras baldías y realengas. 

En el mes de agosto de 1777, el teniente de corregidor del asiento de Alausí, valiéndose de su autoridad y de manera violenta y sin autorización alguna, toma posesión de fundo, dice el demandante: “Cortó cascarilla de los Arboles que tiene esta Corteza estimable; y sin embargo de que mi parte le hizo presente que metía la mano en cosa ajena expresándole ser suyos aquellos Montes y tener en la actualidad, la posesión de ellos mas que sentencia y legítimamente prescrita, titulada y asistida a derecho de propiedad”, sin embargo, el teniente de corregidor de Alausí, manifestó que esas tierras eran de los indios. Los testigos, en cambio, dicen que esas tierras son de propiedad de Vallejo, así lo asegura, D. Matías Rodríguez, y que llegaba con sus linderos hasta el sitio nombrado “Palo de Espadas”

El demandante pide se le paguen por los daños y perjuicios y que traiga la cascarilla desde Guayaquil a Panga a costa y riesgo de este teniente y se comise la cascarilla que tiene en su poder o en el de sus jornaleros o sirvientes.

El apoderado de Vallejo, dice que la propiedad se la ha tenido en “quieta y pacífica posesión” y son tierras y montes nombrados Lomas de San Agustín que en lengua del Inga son conocidas como Pangad y Bagte, esto lo dice el 22 de diciembre de 1777, y el 25 presenta testigos que certifican que la propiedad de estas lomas es de don Chrisanto Joseph Vallejo y Villarroel. 

Los testigos son: D. Pedro Nájera y Maldonado, Comisario de la Caballería, D. Pedro Dávalos y Velasco, alcalde de la Santa Hermandad; D. Matías Rodríguez, ya mencionado, vecino del Pueblo de Sibambe, y, D. Pedro Castro de Loza, vecino de la Villa de Riobamba. 

Se destaca la testificación de D. Pedro de Nájera que dice: tener un Trapiche llamado Gusum, en términos del Pueblo de Sibamba, cerca de la hacienda Yalancay, en términos del Asiento de Alausí; “conoce que esas tierras, pastos y Montes de Panga y Bagta son pertenecientes a dicho Trapiche de Yalancay las que como tal las han poseído en quieta y pacífica posesión el dicho Maestre de Campo D. Chrisanto Vallejo desde que vino de la Ciudad de Trujillo, y que con la misma quietud ha visto poseer los dichos sitios a todos los que han manejado el dicho Trapiche por Arriendo, que han hecho de el, a la Madre y ascendientes del que lo presenta, y ahora sabe que el Capitán D. Gregorio Iturribe Teniente de la Provincia de Alausí se ha beneficiado la Cortesa Quina, y sacándola desde el mes de Agosto de este presente año, en cuyo trabajo tiene puesto a Juan de Ribera de Mayordomo”.

Otro testigo, D. Pedro Dávalos, manifiesta que don Chrisanto tiene los títulos legales que tuvieron sus padres y que consta a todos los vecinos de la Provincia de Alausí, y ha visto como han sacado la cascarilla desde esta hacienda.

D. Pedro Castro de Loza, que contaba con sesenta años, manifiesta que fue mayordomo en el “trapiche de Zullchan y caminaba hasta el sitio Punyal a coger Barbasco para pescar y que los indios le impedían, previniéndole que le avisarían a su amo D. Vallejo”, esas tierras fueron del padre de D. Chrisanto, manifiesta. 

El 15 de noviembre de 1777, por intermedio de su Real Audiencia, “Don Carlos Tercero, por la gracia de Dios, Rey de Castilla de León, de Aragón, etc., etc., de la Indias Orientales y Occidentales, etc.”, expide una Carta y Provisión Real, para que se ejecute correspondiente.

El alegato avanza y se realiza la “tasación de las costas procesales”, tanto en Quito como en la villa de Riobamba, que suman veinte y seis pesos y cinco reales. Una sumilla en la foja 15, dice: “Regulase el honorario de Abogado en dos pesos, salario de Procurador en uno”.

Al final, las costas causadas “en Quito y Riobamba, papel sellado, trámites, firmas, declaraciones de testigos, certificaciones”, etcétera, son de una cuantía de veinte y seis pesos y cinco reales que debe reconocer el demandado, y se firma el 19 de diciembre de 1777.

En los archivos históricos existen documentos que dan cuenta de varios pleitos por los bosques de cascarilla en las hoy provincias de Bolívar, Chimborazo, Azuay, que sería conveniente investigar la ubicación de los bosques y, en lo posible, encontrar los relictos de esta planta maravillosa como es la Cinchona, con el fin de rehabilitar su hábitat, y, además, tener la información histórica y toponímica de nuestros territorios.

Riobamba, junio de 2020

FUENTE: Archivo Nacional de Historia/Quito.- Caja.1. Exp 10 (1777-X-13; 65 fs.).- Autos seguidos por Don Chrisanto Ballejo, querellándose de despojo de los Montes de Cascarilla nombrados Panga pertenecientes a su Hacienda y Trapiche de Yalancay en la Jurisdicción de Alausí contra Don Joseph Iturregui.- Villa de Riobamba, año de 1777. Escribanía de D. Antonio Ponce de León. 


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