LA MUERTE DE DON PEDRO CALISTO Y ARTETA


En la memoria de las pobladores de la cuenca del Chota – Mira, el apellido Calisto está envuelto en la leyenda. 

Conforme ha pasado el tiempo se han ido confundiendo fechas, motivos y circunstancias, sin embargo, ha permanecido un hecho increíble; el tesoro de los Calisto dentro de unas cuevas, a los que muchos estarían tentados a ingresar o, furtivamente, ya ingresaron a ellas. 

Cerca a lo que hoy es la parroquia de Monte Olivo, se asegura que una noche muy lejana, llegó una recua de mulas con un cargamento de oro para ocultarlo y evitar, que estos caudales sean comisados para las luchas de la independencia. 

Para mantener el secretó todos los involucrados fueron silenciados para siempre. Todo ese territorio pertenecía a la hacienda de "Caldera" propiedad de la familia Calisto; pues, era un “continente”, que partía de la junta de los ríos Apaquí y Pisco, en el occidente. Por el norte el barranco y río Apaquí hasta Yaila. Al sur, por el barranco, el río Pisco y las peñas de Chalguayacu y Santa Rosa, que avanza hasta el río Escudillas, siguiendo las alturas de las montañas hasta las peñas de Chuga. Al oriente las montañas baldías y los altos de los cerros Mondragón y el Manzanal, según se manifiesta en las escritura de la época. 

Hoy, en este territorio, se han creado varias parroquias civiles. 

La hacienda de Caldera fue heredada por Don Pedro Calisto y Arteta, que fue casado y velado con la señora Leonor Alvear y Arteta, con quién tuvo un hijo que falleció en la adolescencia. Declara no tener hijos naturales, así lo manifiesta en su testamento firmado en Ibarra el 15 de agosto de 1840, con la presencia de los testigos; Agustín Posse, Bernardo Santa Cruz, Manuel Hernández, José Vinueza, Ramón Guzmán, Juan Palacios y Joaquín Morán, todos vecinos de la ciudad, ante el escribano Manuel Rivadeneira.

Don Pedro, falleció el 16 de agosto de 1840 y vecino de Ibarra. Fue hijo legítimo de Nicolás Calisto y Tomaza Arteta (difuntos). 

Entre sus pedidos, que establece en el testamento; que debe ser sepultado en “una caja” y enterrado “en un local consagrado y cuando sea consumido sus huesos se trasladen a la Capilla de Caldera”

Dispone todas las mandas que al momento eran de rigor y, más, cuando el fallecido era una de las personas más pudientes de la ciudad de Ibarra, además, su tío nombrado como albacea, a la fecha, terminaba sus funciones de Presidente del Senado y, como si esto fuera poco, el obispo de Quito, era su, otro tío, el Dr. Nicolás Joaquín Arteta y Calisto, y a este último, hace mención en un ítem de su testamento como inversionista de la hacienda Caldera con 3000 pesos, que pide “los devuelvan ya que los entregó en 1838, al dos por ciento, sin papeles ni escritura”.

Don Pedro, debió fallecer en la mañana, del 16 de agosto de 1840, y antes que se enfrié el cadáver, el Dr. Pedro José de Arteta y Calisto (1),  vecino de Quito, se dirige al Alcalde municipal para indicarle que su tío dejó testamento cerrado y que uno de los albaceas era el, por lo tanto, pide que se “abra, publique y eleve a instrumento público”, previas las legalidades.

El Alcalde, inmediatamente, dispone “que un notario pase a la casa en donde existe su cuerpo a reconocer y poner por fe si efectivamente ha pasado de esta presente vida a la eterna”

Así sucede y se elaborado la siguiente acta:

“En cumplimiento de lo mandado en el decreto que antecede el infrascrito escribano Público del número de esta ciudad, certifico y doy fe y verdadero testimonio con juramento a los señores y personas que la presente vieren como hoy día 16 de agosto de 1840, como a cosa de las cuatro de la tarde pase a las casas de la Señora Rufina Calisto, y en una de ellas encontré el cuerpo del Señor Pedro Calisto y Arteta tendido en un féretro sobre un estrado, cubierto el cadáver con una colcha negra de terciopelo y el estrado de una alfombra, amortajado con hábito del seráfico Padre San Francisco cubierta la cara con un genero blanco, con ocho hacheros (2)  a los dos costados y a la cabecera ocho mariolas (3)  de plata con sus ceras de castilla encendidas, y a su cabecera en la pared un luto con una bayeta colorada, en el medio y una mesa con su frontal negro y mantel blanco, con un cuadro del Señor de la Columna, toda la Sala cubierta de una estera y habiéndome acercado al dicho cuerpo y llamándolo por su nombre y apellido por tres veces en alta voz no me respondió ni hizo movimiento alguno y según suspensión y falta de sentidos y a mi parecer muerto y que ha pasado de esta presente vida a la eterna. Y para que conste así lo certifico, signado en esta ciudad de Ibarra en diez y seis de Agosto de mil ochocientos cuarenta.- Es testimonio de verdad.- José Arciniega y Paredes, Escribano Público del Numero".

Instituyó y nombró como únicos y universales herederos a los hijos de su hermana María Calisto y Arteta y del Señor José Miguel González; “entendiéndose que formándose los inventarios de mis propiedades y derechos se le entregaran todos sin excluir ninguno a mi legítima esposa la Sra. Leonor Alvear y Arteta durante sus días para que disfrute, posea y usufructe sin contradicción alguna;  sin más condición que a mi hermana María Calisto se le den 50 pesos mensuales. Después del fallecimiento de mi esposa recae en mis sobrinos; Locadia, Diego, Carmen, Leonor, Mercedes, José Miguel y el niño recién nacido”.

NOTAS:
1.- Político y jurisconsulto ecuatoriano, Presidente del Municipio de Quito en 1825, Presidente del Senado. Vicepresidente del Ecuador en 1867 – 1869, encargado del Poder Ejecutivo (noviembre 1867 – enero 1868).
2.- Velas grandes.
3.- Candelero alto para colocar ciriales o velas.

PINTURA: 
"AVES DE RAPIÑA" (1876). Oleo sobre lienzo del pintor realista belga Alexander Struys (1852 - 1941). Tomado del FB, ART FOREVERT. 14 de mayo 2023.

FUENTE:
ARCHIVO HISTÓRICO DEL MCYP. IBARRA. Protocolos de 1840. Testamentos.

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