UNA CRUZ SOBRE EL CAMPANARIO DE MASCARILLA

El Campanario es una loma que está en las estribaciones de la cordillera de Mira que se extiende hasta el río de Mira. 

Desde la parte alta se puede divisar San Vicente de Pusir, Dos Acequias, Mascarilla y toda la superficie de cultivos.

En tiempo de los nativos Miras, en este valle, se producía coca, ají, algodón, guayaba, añil, cochinilla (que crecía como parásito en las tunas), un poco más arriba los famosos Auyamas, y frutos variados que sirvieron para complementar la dieta de los pobladores de la parte temperada y, los excedentes, para el trueque o “cambeo” con las personas que llegaban desde los pueblos cercanos e incluso distantes. Con el tiempo se convirtió en la despensa de frutos tropicales de la Villa de Ibarra.

Los caciques fueron vendiendo las tierras y los españoles hicieron su lugar privilegiado para el cultivo, en especial, de uvas, caña de azúcar y de otras frutas introducidas. 

La escasez de mano de obra fue la causa para que los negros esclavos sean traídos a reemplazar a los nativos en las tareas agrícolas. 

Este valle de gran importancia, pero, a la vez, temido, por el clima tan ardiente, la gran mortandad de los nativos por los trabajos forzados y el ataque del paludismo, lo bautizaron como el “Valle de Sangre”.

Cuando los españoles llegaron a este sector, colocaron una cruz sobre “El Campanario”, que se la podía mirar desde distintos puntos del valle. En una escritura de donación “graciosa” que realiza don Esteban Moreno a la india natural de Atuntaqui, llamada Narcisa Fernández y a la hija natural que tuvieron en común y se llama Isidora Moreno.

Las tierras en mención son cinco cuadras de huerta con agua de regadío y otras más, que las dona en iguales superficies a las dos mujeres.

Los linderos; “… por arriba con una quebrada seca nombrada Pucaguayco que es de donde sale una acequia que corre a las demás haciendas de dicho Valle. De allí a una piedra que llaman Caimán rumi, y Uchilla cunga piti, por abajo con el río del Ángel, por un lado, con tierras que fueron de don Alfonso Narchín Mira y, por el otro, con la dicha quebrada de Pucaguayco hasta donde corresponde en derechura de una Cruz que se halla en la loma del campanario, los linderos son los mismos que tuvo su antecesor el Alférez Miguel de Ludeña”. En nuestro intento de conocer estos linderos, conversamos con varios moradores de Mascarilla y descubrimos que hay otra piedra en la parte alta que se la conoce o, al menos, los viejos la conocieron como la piedra “Pioja” y otras que están en el plano que tienen muy marcadas algunas huellas o señales que determinan que son petroglifos.

Esta donación se produjo en la Villa de San Miguel de Ibarra el 24 de enero de 1762.

Documento del Archivo Histórico del Ministerio de Cultura y Patrimonio. Protocolos del escribano Francisco Ruales de Zúñiga. Ibarra.


Comentarios

Entradas populares