GIGANTES DE LA PUNTA DE SANTA ELENA
La noticia de los gigantes de Santa Elena viajó por los mares hasta los confines del mundo conocido hasta entonces.
Estamos en el año de 1777, cuando don José García de León y Pizarro, fue electo como Regente Presidente de la Audiencia de Quito y, luego, autorizado para que viaje a Cartagena en el “León Colorado”, con su mujer, doña María de Frías, dos hijas, dos hijos; cuatro criadas y dos criados, más todo su equipaje.
Don José García de León, cuando llegó a Guayaquil, en 1778 sintió la necesidad de conocer las minas de brea y echar un ojito a los restos de los gigantes que estuvieron por estos lares antes de la conquista.
Elabora un informe extenso, incluso su título, como se acostumbraba en aquellos tiempos, es así: “Relación Histórica de unos Prodigiosos Guesos y Muela de disforme tamaño, Petrificados, hallados en la Punta de Santa Elena del Mar del Sur, perteneciente a la Gobernación de Guayaquil, Distrito del Reyno de Quito en la américa Meridional, y recogidas por Don Josef García de León y Pizarro caballero de la Real y distinguida Orden de Carlos 3º del Consejo de S. M. en el Real y Supremo de las Indias, con motivo de la Visita General de dho Reyno, que le fue encomendada por el Rey Nro. Señor”.
La Punta de Santa Elena daba nombre al Tenientazgo de Gobernador y comprendía cinco pueblos; Punta de Santa Elena, Morro, Colonche, Chanduy, y Chongón, con 4075 habitantes, entre españoles, pardos, indios y esclavos.
Es un paraje con muy poca agua, con una lluvia, cada cuatro o cinco años.
Don José destaca que hay abundante ganado que produce una excelente carne, y que de la leche elaboran manteca, “como la más exquisita de Irlanda”. También hay salinas de las que se provee a Quito y Guayaquil.
De la Punta de Santa Elena (capital del tenientazgo) hay más de dos leguas hasta alcanzar el mar; en este espacio hay las famosas minas de “Brea y Copeé”, e insinúa que ya lo comunicaron don Antonio de Herrera y los historiadores de Indias, como Torquemada, Garcilaso y otros. A una entrada de tierra al mar, la conocen como “Punta de Gigantes”.
Viajó al sector por mayo de 1778, “asistido de mi Secretario de Visita Don Agustín Martín de Blas; de Don Marcos de Lamar, Ministro electo del Tribunal de Cuentas de Santa Feé; del Dr. Dn. Josef Ignacio Cortázar, Presbítero Visitador Eclesiástico de la Provincia de Guayaquil y otras varias Personas, con efecto, recorrí todos aquellos Pueblos e inspeccioné sus Campos, sus Salinas, y la Mina de Brea”.
Tenía conocimientos que existían profundas sepulturas en las que se hallaban aquellos huesos, y dice: “quise cerciorarme de todo, y aún recoger de estos, para enviar a España y que, vistos por S. M, se colocasen en su Real Gabinete de Historia Natural, con que su Real Munificencia ha enriquecido a Madrid”.
Escuchó a los naturales del lugar y fue llevado a los terrenos que llamaban “Sitio de Gigantes”.
“Ningún vestigio de Población hallé, -dice- solo si un Pozo abierto en Piedra, al parecer con mucha prolijidad, cuya boca será como de dos tercias de Diámetro, mui profundo, con agua, que dijeron era mui buena, y muy fresca y expresaron, que había sido labrado por los Gigantes, según la tradición que habían conservado de sus Padres y Abuelos”.
“También registré los Sitios en que dijeron se hallaban huesos; y hallé, que en las mismas Excavaciones que se hacen para juntar el dicho Betún llamado Copeé, por los Cortes o paredes de ellas, se descubrían muchos colocados como al acaso; y en una de estas aberturas o Pozo, vi una multitud de estos enormes huesos separadamente, y sin Orden ni Señal de que con ellos hubiese habido otra cosa. La mayor parte de estos despojos son Cañas de Piernas o de muslos de iguales dimensiones. Su largo es algo más de media vara castellana y su grueso excesivamente desproporcionado. También se encuentran voluminosas Vertebras de Espinazo. En un mismo Sitio se hallan algunos de estos huesos petrificados y otros sin estarlo, pero estos perdida su calidad dura y tan frágiles que el menor impulsó los quiebra”.
Se me presentó un hueso que del “sitio fue sacada pocos años hace, y la conserva un Eclesiástico de aquel Paraje”. Fue una muela que tiene el tamaño “de la cabeza de un hombre”. “Y esta rota por la parte posterior y por donde en figura … documento manchado… circular corre una raíz de la Muela, cuyo largo es como de seis Pulgadas”. Se ha convertido en una “solidísima piedra Ágata”. “Un blanco apagado, jaspeado de Manchas azuladas, y musga, con variedad de Grados. La superficie de la Mandíbula es de color pardo igual y lo mismo lo interior según manifiesta la raíz. Su calidad es como la del Mármol blanco con no menos dureza. Después de la punta de la raíz sigue una Canal bastante grande”. “La raya es de color de flor de Romero, parece de la misma Calidad que la muela, pero no se perfeccionó tanto; por que estando al abrigo de la Mandíbula, no podría obrar en ella con toda fuerza la virtud lapidífica del Sitio en que estuvo enterrada. Esta rotura, parece que se la hizo el Eclesiástico que la poseyó, por hacer ver la dureza de la Piedra aun Superior, que solo admiraba su apariencia. Creo lo hice pesar y se encontró excedía de veinte y cuatro libras”.
Además, conseguí -escribe- algo que parece ser la “paleta de lomo”. “Una canilla de Pierna su largo mas de media vara y excesivamente Gruesa”. “Cinco pedazos de Canilla como las antecedentes. Estas ocho piezas se han remitido a Lima (para desde allí dirigirlas a España) bien encajonadas y colocadas: estivadas con trozos de Madera, que las sujetan y mucha paja que las resguarde…”.
Dice que la tradición recogida por Antonio de Herrera, y mantenida entre los naturales de la antigua gentilidad, se refiere a que, los gigantes vinieron desde las costas del río de la Plata, en balsas por las costas del Perú, e hicieron asiento en la Punta de Santa Elena “unos hombres tan altos que el mayor Castellano no llegaba a su cintura y sus miembros conformaban con la grandeza de sus cuerpos… traían tendidos sus cabellos por las espaldas y no tenían barbas. Algunos vestían con cueros de fieras y otros iban desnudos; no llevaban mujeres…”. Fueron los que hicieron los pozos en peña viva. Eran tan grandes que consumían más que cincuenta naturales. Comían carne humana. Ante este pecado abominable … “vino el fuego desde el cielo que los consumió, sin quedar más que huesos y calaveras para memoria del castigo…”.
“El no haber hallado cráneos entre los huesos que registré, ni otros característicos de la estructura humana, hace sospechar contra la tradición de los Naturales y entrar con recelo en la credulidad de los escritores”.
Don José García de León y Pizarro, al final de su informe, presenta algunas incógnitas y lanza varias respuestas para la reflexión.
“En aquella Mar hay muchas Ballenas. Yo mismo Navegando de Panamá a Guayaquil, vi una casi del tamaño del Barco en que iba y tan inmediata que se temió lo echase a pique. ¿Podrán ser aquellas osamentas de Ballenas? Pero las Ballenas no tienen Piernas ni Brazos. ¿Podrán ser de otro animal del Genero Cetáceo que los tengan? Pudiera abrazarse este Pensamiento, pero ¿porque si hubo estos huesos en la Punta de Santa Elena y no en alguna de las muchas otras costas de aquel mar pacífico? ¿Y por que no ha vuelto a hacerse semejante reunión de muchos siglos a esta parte? ¿Es cierto que antes y después del Diluvio ha habido Gigantes y los hemos visto en nuestro tiempo en la Corte y por tanto los que afirman que son de Gente de esta raza los huesos encontrados en la Punta de Santa Elena, se afianzan en este dictamen? ¿Pero, podrá también decirse, lo son de animales que ya no se conocen, que se extinguieron en estas partes, o en la gran revolución ocasionada en el Diluvio quedaron en seco en la Punta de Santa Elena?”
Finaliza: “No tengo lugar para extenderme mas en un Punto, que necesita mucha meditación, grande combinación de noticias y sucesos y señaladamente un gran conocimiento de la Anatomía, de que carezco, como de tiempo, para emplearlo en la discusión de tan prolijas dificultades. Por tanto, reservando la decisión para la Inspección que en España se haga de los mismo huesos, levanto la Pluma, porque hablar mucho y decir nada, es una enfadosa fatuidad. Quito 16 de Abril de 1780.- Firma, Josef García De León y Pizarro.
FUENTE:
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, CONTRATACIONES, 5523,N.2,R.71
ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, INDIFERENTE,1530,N.10. Hallazgo de los restos fosilizados por José García de León.
Comentarios