LAS MEDICINAS Y LOS MÉDICOS EN EL ECUADOR
En la época colonial la medicina estaba considerada
como una actividad para plebeyos, propia de mulatos e indigna de caballeros.
Las profesiones importantes constituían los doctorados en Cánones, Derecho y
Teología. A los médicos se les conocía como Físicos
y tenían una categoría intermedia entre los barberos sacamuelas y los
sangradores.
Por mucho tiempo se trató, en lo que hoy es el
Ecuador, de incluir a la Medicina entre las carreras universitarias, así es
como se incluyó en la Universidad de San Fulgencio en 1603, pero, sin embargo,
no se registra ni un sólo graduado en ella. En 1620, los jesuitas fundan la
Universidad de San Gregorio Magno, pero no consiguen crear la cátedra de
Medicina.
Por las incansables gestiones de los dominicos; Fr.
Ignacio Quesada y Fr. Jerónimo Cevallos, alcanzan del Papa Inocencio XI, en
1682, un Breve que les autoriza la fundación de una Universidad en la Villa de
Quito con el nombre de Santo Tomás de Aquino, pero que por resentimiento con
los jesuitas, apenas en 1688 se pudo hacer efectiva la fundación y el 13 de
abril de 1693 se erige la cátedra de Medicina.
Los cursos se recibían con mucha irregularidad y se
suspendían por largas temporadas la cátedra, por falta de rentas.
A partir de 1800 se cumplía la carrera en cuatro
años de estudios, para obtener el grado de Doctor. Los textos utilizados eran
de: "Boherhave con comentarios de Haller, para los primeros años; De
cognoscendis et curandis moribus de Valles y los Aforismos de Piquer, para el
tercer año, y la Anatomía de Ayster para el cuarto año. El libro, Opúsculo de
Astrología en Medicina de Juan de Figueroa, Lima, 1660. Además, los estudiantes
estaban obligados a asistir todos los días al hospital "para aprender a
conocer el pulso".
Para ejercer su profesión tenían que pagar la
"patente" que costaba 39 pesos para los médicos latinos (que curaban
en latín) y 30 pesos para los romancistas, que (mataban, decía el pueblo) en
español.
En el siglo XVIII, los sangradores y barberos de
tijera y navaja pagaban por el mismo derecho 20 pesos.
SALARIOS
No era profesión bien remunerada y, más que nada,
tenía carácter de humanitaria. En los albores del siglo XIX se tiene la
siguiente tabla de honorarios; visita a personas ricas, cuatro reales; después
de media noche un peso; fuera de la ciudad, dos pesos; por cada junta médica,
tres pesos; por un día entero de asistencia en el campo, seis pesos; por una
operación de cirugía, dos pesos y por tres operaciones cuatro pesos.
Las parteras cobraban cinco pesos por asistir a
mujeres de clase alta y dos pesos para asistir a las de medio pelo o esclavas.
Los sangradores, por su parte, cobraban “dos reales
por poner un cáustico o curarlo, aplicar sanguijuelas, sangrías y ventosas
secas". Para sajar cobraban tres reales.
ENFERMEDADES Y REMEDIOS
Hay infinidad de nombres para calificar todo mal,
pero anotamos los más comunes.
Al que padecía de parálisis se le llamaba orático y
a la enfermedad se le denominaba como ora. Cuando morían por apoplejía,
aneurismas o por congestión se les conocía como reventados el pulmón. Las
enfermedades del corazón eran los ahogos. La tisis se conocía como calenturas y
el que moría con este mal era ético. El reumatismo se conocía como
corrimientos. El tabardillo era la cólera que tenían los borrachos. A la
disentería los indios la conocían como guicho y los españoles como cámara. La
indigestión la denominaban como lepidias. La dispepsia era el cólera andante.
El tétanos tenía el nombre de pasmo. La escarlatina se conocía como esquinencia.
Para las curaciones se hacían preparados utilizando
vegetales en polvo, aceites, gomas, extractos, jarabes, tinturas, aguas y
bálsamos. Se utilizaban los minerales, tales como; azogue, albayalde, piedra
infernal, antimonio, vitriolo, litargirio de oro, sal de Saturno, para elaborar
infinidad de preparados. De los animales se utilizaba la grasa para los
ungüentos, emplastos, o también se hacían aplicaciones directas de sanguijuelas
y cantáridas.
Junto a remedios en los que se ponía en práctica
principios "científicos" se puede encontrar otros de carácter
empírico como los polvos de cuerno de Unicornio, la uña de la Gran Bestia, los
colmillos de cocodrilo, la piedra de Benzaar, etc.
El guicho, que ya anotamos, se trataba de controlar
con calas de ají, pólvora y limón. Para algunas complicaciones menstruales,
ninguna droga mejor que "caldo de polla ronca".
Las vacunas se utilizaron a partir de 1806,
"... en que se trajo de España la de JANNER. Hasta esa época, la cura de
la viruela se la hacia por el método de inoculación, que consistía en
administrar a las personas la viruela de los mismos apestados".
Eduardo Jenner en 1776, primero por casualidad y
luego por investigaciones; "le pusieron
en el caso de apreciar los síntomas y causas de tan terrible padecimiento,
y el preservativo eficaz de sus desórdenes, que es la viruela de la vaca o
cowpox; viruela o pus, que extraído de las tetas de dicho rumiante, é inoculado
en el hombre, preserva de los ataques de la viruela". La propagación de la
vacuna en América se debió a la expedición española dirigida por D. Francisco
Balmis.
Los cambios sufridos en este campo son
extremadamente gigantescos. Permanentemente nos asombramos con los nuevos
descubrimientos. El médico por su parte, se ha convertido en un profesional imprescindible,
especialista de determinada parte o función del cuerpo y vigilante de la vida.
FUENTE:
ARCOS,
Gualberto. 1979. Evolución de la Medicina en el Ecuador. Tercera Edición.
Academia Ecuatoriana de Medicina. Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Quito. 353 p.
ASTUDILLO,
Celín. 1977. Aspectos de Medicina Andina y Tropical del Ecuador. Ed.
Universitaria. Quito. 342 p.
CORTES
Y MORALES, Balbino. 1877. Diccionario Doméstico. Cuarta Tirada. Carlos
Bailly-Bailliere, Librero de la Universidad Central, del congreso de los
Señores Diputados y de la Academia de Jurisprudencia y Legislación. Madrid.
1144 p.
NAVARRO,
Gabriel. 1930. La Medicina y los Médicos en Quito, durante la época Virreinal.
El Comercio, 24 de noviembre de 1930.
INVENTARIO de la farmacia de los padres Jesuitas 1767.
Artículo publicado en Riobamba, el 9 de marzo de 1986
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