LOS TERREMOTOS DEL 15 Y 16 DE AGOSTO EN LA ZONA NORTE DEL ECUADOR
Bayardo
Ulloa Enríquez[1]
“El terremoto fue, y la desolada ciudad
quedó en mudo, profundo y pavoroso silencio. Quién haya pasado por cosa
semejante solo podrá comprender la angustia mortal de aquellos terribles
instantes, y lo que pasaba dentro de nosotros en aquellas horas de agonía y
desesperación: Las nuevas convulsiones de la tierra hicieron romper el silencio
que el dedo del pavor había impuesto en nuestros labios, y se pobló el aire de
débiles y confusos alaridos. Al fin llegó aquella pálida y triste aurora, y a
su débil luz lució el cuadro más desgarrador que pudiera imaginarse. La ciudad
desolada, trabucadas y confundidas las casas, las calles cerradas con asinados
escombros, pequeños grupos de gente desfigurada, empolvada y gimiente: he aquí
todo lo que se presentaba a la vista. ¿Dónde estaba aquella población lozana y
vistosa que hervía en plazas y los templos? No era, no, ésta que se veía a la
pálida luz de las estrellas, levantando sus magulladuras y desfiguradas cabezas
por entre el polvo y los escombros, la que esa misma noche se había entregado
tranquila al sueño; era su sombra, era quizás la generación pasada que salía de
sus tumbas para dar lugar a que la presente se sepultara en ellas”.[2]
“Empolvados, sangrantes, cadavéricos,
despavoridos los semblantes; por mitad vestidos los cuerpos con los trajes más
peregrinos y extraños al sexo, a la clase y a la edad: era esto, más que un
funesto acontecimiento de vivos, una fantástica y espantosa fiesta de muertos
que habían salido de sus sepulcros, engalanados con sendos sudarios, y con los
harapos hallados de paso en los cementerios. Y luego aquella confusión de
voces, de alaridos, de llanto, junto con los ayes de los heridos, el estertor
de los moribundos, y la pavorosa vista de espantosos y mutilados cadáveres
insepultos… No parecía sino que el mundo se había acabado para nosotros”.
“Locos, torpes, desatinados corrían sin dirección ni concierto llenando el aire
de desgarradores alaridos la desconsolada viuda, el infortunado padre, el
miserable huérfano y el desgraciado amigo”.[3]
Hemos
querido iniciar éste artículo con una página que parecería sacada de una
novela, de algo imaginario, de algo que no puede ocurrir, pero sin embargo, son
las palabras de un sobreviviente de la catástrofe que quiso entregar para la
posteridad los cuadros más vívidos de lo sucedido el fatídico día 16 de agosto
de 1868 y las posteriores escenas de dolor y desamparo que tuvieron que sufrir
los habitantes de Ibarra. Esa misma escena nunca fue escrita, a pesar de que el
drama fue igual en los otros pueblos del norte del país que se estremecieron al
unísono.
Uno
de los grandes desastres naturales, son los terremotos que junto a la muerte de
sus habitantes, producen destrucción o deterioro de la estructura física del
suelo, de la infraestructura básica y fundamental para la sobrevivencia. Posteriormente,
la desesperación, el terror, el desamparo, la hambruna; porque los poblados
afectados, en su mayoría, eran dependientes de la actividad agropecuaria y se
quedaron sin acequias de regadío, fracturados la mayor parte de los terrenos,
perdidas sus cosecha y animales, destruidos los rudimentarios caminos; además,
se presentaba la necesidad de reconstruir, recuperar lo perdido y seguir
viviendo en esa nueva oportunidad.
BREVE HISTORIAL DE LOS TERREMOTOS
ANTES DEL DE 1868
En
todo el territorio en el que se constituyó el Ecuador, se tenía una triste
historial de sismos muy destructivos, que asolaron pueblos de la Real Audiencia
de Quito y, posteriormente, el país naciente.
Los
habitantes de la zona norte estarían acostumbrados a escuchar las noticias o,
incluso, a sentir temblores de distinta intensidad; así: el 31 de agosto de
1587 se producía uno fuerte en San Antonio de Pichincha, Guayllabamba, Cayambe
y San Pablo y se repetí el 15 de marzo de 1645.
Desde
más lejos llegaban las noticias; ahora era de Chile, Cusco y Chunchucos,
pueblos enteros que habían sido asolados y producido muchas muertes, por
aquello el Cabildo, Justicia y Regimiento de Ibarra, el 30 de julio de 1650,
resuelven: “… que temiendo la indignación
de Dios Nuestro Señor y que por nuestros pecados nos castiga, y para suplicar a
su divina Majestad y a su bendita Madre la Virgen Santa María, se apiade de
esta villa y su provincia y nos
favorezca y mire con ojos de piedad,
conviene y acordaron que desde mañana domingo, treinta y uno del presente mes
se haga novenario al Santo Cristo de la Iglesia Mayor y a Nuestra Señora de la
Limpia Concepción y que todos los días se haga rogativas y el último del
novenario en la noche se haga una procesión general …”.[4]
El
29 de agosto de 1674, se producían sismos desastrosos en Riobamba y Quito, y,
además, se destruía Chimbo.
Ambato
y Latacunga, sufría los estragos de terremotos, el 22 de noviembre de 1687, y,
nuevamente, el 20 de junio de 1698, y en las mismas fechas, se sacudían;
Latacunga, Ambato y se sumaba Riobamba.
El
6 de diciembre de 1736, hay terremoto en Pujilí, Saquisilí, y, con menor
fuerza, en Latacunga, Quito y Santo Domingo. Latacunga, otra vez el terremoto,
el 22 de febrero de 1757.
Riobamba
el 10 de mayo de 1786, sentía los estragos de un feroz terremoto, y, el 4 de
febrero de 1797, desaparecía con “el más
destructivo de los terremotos y el de mayor magnitud en la historia”. Los
efectos demoledores alcanzaría a las provincias de Chimborazo, Tungurahua,
Cotopaxi, Bolívar y Pichincha, sintiéndose los temblores en todo lo que hoy es
Ecuador.
La
frontera entre Colombo-Ecuatoriana es afectada por el sismo del 20 de enero de
1834, sintiéndose con fuerza en Tulcán, Ibarra, y, arrasados, sus pueblos intermedios.
Los daños alcanzaron a Quito, Valle de los Chillos, y se sintió en todo el
territorio ecuatoriano.
LOS TERREMOTOS DEL 15 Y 16 DE AGOSTO DE 1868
El
15 de agosto de 1868, un fuerte terremoto afectó el Carchi y sus pueblos; El
Ángel, Huaca, Tusa, Mira y el Chota, como presagio malévolo del que se
produciría al día siguiente. “La ciudad
de Ibarra fue destruida el 16 de agosto de 1868 con un sismo cuya intensidad
estimada fue de X grados MM, y que en Quito se sintió con una intensidad de IX
(MSK), según CERESIS, 1985, citado por Hibsch y otros.[5]
El
Instituto Geofísico de la Politécnica Nacional[6],
hace un resumen del terremoto, en los siguientes términos: “El 15 y 16 de agosto de 1868 las provincias de Carchi e Imbabura
sufrieron uno de los más devastadores episodios en la historia del Ecuador. En
el lapso de diez horas se registraron dos eventos sísmicos de gran magnitud que
destruyeron casi la totalidad de las edificaciones cercanas a los epicentros y
dejaron miles de víctimas mortales. Cerca de las 16h00 del 15 de agosto (diez
horas antes del terremoto principal) en la zona de El Ángel, provincia del
Carchi, ocurrió un sismo de magnitud estimada 6,6 que generó docenas de
víctimas, destrucción de viviendas e iglesias en las poblaciones de El Ángel y
Mira; este sismo fue sentido en toda la provincia de Carchi y se calcula una
intensidad máxima de VII”.
“El evento principal del 16 de agosto
fue cerca de las 4h00 en la madrugada, siendo el más destructivo de los sismos que
ha ocurrido en la sierra norte del Ecuador, con magnitud probable de 7,2 e
intensidad X. Con el terremoto se destruyeron totalmente las ciudades de
Ibarra, Otavalo, Cotacachi, San Pablo, Atuntaqui y otras poblaciones vecinas.
El saldo del terremoto fueron miles de muertos, destrucción total de viviendas
e iglesias, grandes deslizamientos que afectaron carreteras y haciendas”.
“El terremoto también fue sentido en la
ciudad de Quito, donde los daños y víctimas fueron en menor proporción. Los
templos, conventos y establecimientos públicos fueron gravemente afectados, sin
que se destruyeran completamente; así mismo se registra un número de diez
personas muertas”.
Es necesario
recordar que en 1868, todo el territorio norte, correspondía a la provincia de
Imbabura y lo que hoy es Carchi, al cantón Tulcán.
Los dos
eventos producidos en tan corto tiempo; el segundo fue de mayor magnitud, lo
que no permitió tener informes separados de los terremotos y los informes se
refieren a un evento de dos días en la misma zona.
ORIGEN DE LOS TERREMOTOS
En el año de
la ocurrencia de este sismo no se tenían mayores conocimientos sobre el origen
de los terremotos, pero siempre se relacionaba a la acción volcánica o a la ira
de Dios. En varios informes se dan distintas versiones que las detallamos a
continuación.
“En cuanto al origen de los estragos
que lamentamos, parece encontrarse en el cerro de Cotacachi (o de Muyu-urcu),
que a más de haber hecho pequeñas erupciones por la basa, hacia el lado de
Otavalo, se ha dividido, según dicen, por la parte NO, dejando caer una gran
porción, de enorme mole, hacia el costado de Piñan. Las faldas que miran al
Oriente presentan, es verdad, considerables derrumbos y grietas profundas; pero
nada de esto explica bien los efectos de tanta magnitud, como los acaecidos en
este lugar que se ha reducido a un inmenso cementerio”.[7]
En
el informe de Zaldumbide[8],
dice: “Por los estragos que se dejan ver
en la parte occidental de Cotacachi y que se extienden hasta San Lorenzo de
Palacara, se conoce, casi con certeza, que esta grande calamidad ha sido
ocasionada por una de las bocas bajas del volcán Cotacachi, situada en la
hacienda Ocampo”.
García
Moreno, que fuera investido por el gobierno como Jefe Civil y Militar de la
zona, con todas las prerrogativas, en su informe[9],
manifiesta: “Al Cotacachi se ha atribuido
generalmente y sin razón alguna esta convulsión de la naturaleza, por los que, confundiendo
los terremotos con las erupciones, se imaginan que aquellos son siempre
resultados de estas. Para apoyar ese falso concepto, se dijo que en Piñan, en
las faldas occidentales de aquel nevado, el estrago había sido tremendo; que el
pueblo de Intag no existía; que en las dehesas de Ocampo se había abierto un
nuevo cráter que seguía arrojando gases y aún materias líquidas bituminosas;
que el lago de Cuicocha había sumergido las dos enormes rocas que tiene en su
centro. Y sin embargo, Señor Ministro, todo aquello es totalmente falso”. Más
adelante, dice: “Si me fuera permitido
aventurar mi opinión sobre la verdadera causa de la catástrofe que ha destruido
esta populosa y adelantada provincia de Imbabura, dejando de 15 a 20 mil
cadáveres insepultos, y sumiendo en la miseria a más de 50 mil que sobreviven,
yo diría que la conmoción fue producida por una inmensa ola de gases
comprimidos que en las regiones internas del globo estallaron y se abrieron
paso por las hendiduras y cavernas subterráneas de los Andes, sembrando de
ruinas y cadáveres la línea que ha recorrido; y que es muy probable que esta
enorme conmoción, acaso la mayor de que haya noticia en los tiempos históricos,
se haya extendido desde el Sur de Chile hasta las costas occidentales de la América
del Norte, asolando comarcas enteras”.
El Instituto
Geofísico de la Escuela politécnica nacional, dice: “En base a las últimas investigaciones se ha determinado que el sismo
del 15 de agosto fue generado en una de las fallas del Sistema El Ángel; y
el sismo del 16 de agosto fue generado en la falla Otavalo. Tomando en cuenta
la relación temporal y de los parámetros sísmicos de dichos eventos se
establece que el sismo del Carchi fue premonitor del de Imbabura”[10].
LOS DESASTRES PRODUCIDOS POR LOS
TERREMOTOS DEL 15 Y 16 DE AGOSTO EN EL ANGEL Y MIRA
Del informe
de Manuel Zaldumbide[11],
para entonces Gobernador de Imbabura, manifiesta: “… que de los cantones que componían la provincia, han desaparecido por
completo Otavalo, Cotacachi e Ibarra, siendo de notarse que de este último, ha
salvado solo la parroquia de Pimampiro, situado en la cordillera oriental. El
cantón Tulcán es el que menos ha sufrido; más los estragos se han hecho sentir
hasta los pueblos fronterizos de Colombia”.
El panorama era
dantesco; en Otavalo, “Entre los
escombros que cubren lo que antes se llamaba plaza, y que hoy está inundado en
gran parte por las aguas de las acequias que han variado su curso, encontramos
algunos desenterrados que pedían y aún piden socorro
a la autoridad local, ya para trasladarse a un sitio menos peligroso, ya para
cubrir su desnudez y precaver las consecuencias del hambre…”.[12] “Hasta el día jueves
no se habían desenterrado sino muy pocos cadáveres, por falta de brazos; pues
los indios no querían prestarse a este acto de humanidad, sea por temor, sea
por indolencia. Como han pasado ya siete días desde la funesta noche en que
desaparecieron las hermosas poblaciones de Imbabura, nos ha parecido prudente
aconsejar y ordenar que no se desentierren los cadáveres, a fin de que no se
hagan sentir más los efectos de la putrefacción que ya ha principiado, según lo
indica la fetidez que se percibe al pasar por las ruinas”. Calcula que el número de muertos en el centro de Otavalo
es de seis o siete mil personas sin contar con los habitantes de los
alrededores, y que muchos de los desenterrados y heridos siguen muriendo. En el
pedido de auxilios, solicita al ministro que se envíen camisas y otros vestidos
“en número de ochocientos, poco más o
menos, que será el de los que sobreviven”. Además solicitan el envío de sal
ya que está escaseando y en el pueblo de Salinas, muy cerca de Ibarra, no se
está elaborando porque el pueblo está inundado.
Al culminar
el informe, el señor Miguel Abelardo Egas, incluye una Nota, y parte de ella
dice: “Después de una sostenida lluvia
acompañada de rayos, se dejó sentir anoche a las once y media un temblor de
tierra de alguna duración. Ya puede US. H. imaginarse el espantoso cuadro que
presentó la población acampada en Calpaqui, estando casi a toda intemperie,
amenazada por los rayos, el agua y el terremoto”.
Otro
grupo de la comisión Médica[13]
llegó a Ibarra y comunica al Ministro del Interior el 22 de agosto de 1868; “En Ibarra el estrago es muy grande; pero la
impresión que se recibe es menos fuerte, por haber visto el mayor en las
poblaciones anteriores. Con efecto, aquí hay más de doscientas casas que no han
caído completamente y unas cincuenta paradas a pesar de hallarse sumamente
fracturadas. Sus habitantes han salvado en sus dos terceras partes, y si se
hubiera acudido con unos cincuenta brazos siquiera, desde el día siguiente,
podemos asegurar a US. H. que las víctimas no habrían llegado a trescientas;
más la indolencia, la incuria, el desorden y el latrocinio dejaron consumir la
existencia de miles de desgraciados que daban gritos hasta el quinto día y aún el sexto que fue ayer, en que pudimos
hacer sacar de los escombros a uno de esos infelices, siguiendo la dirección
del grito”[14].
En
San Antonio fallecieron 300, incluso 20 del centro del poblado y otras
correspondientes a Natabuela y Chaltura. “Caranqui
es la población que menos deterioro manifiesta, no ha perdido sino tres
personas, inclusive el párroco”.
“Como todas las personas sobrevivientes
de Ibarra se han trasladado a este lugar (Caranqui) y a los llanos de Luluqui
Grande, Luluqui Chiquito, Monjas y Yurac-Cruz, ha sido necesario andar buscando
de sitio en sitio para ofrecer nuestros servicios”, dicen los comisionados de salud, y además con la
intensión de ubicarlos en un solo lugar, que hasta ahora es imposible.
Se
discute mucho sobre el sitio a donde podrían trasladarse a un lugar seguro. Al
final la decisión fue retornar a su mismo lugar el 28 de abril de 1872, y,
reconstruir lo que fue su ciudad,
Con
el título; El terremoto de 1868 en El Ángel, publicado en la Revista Municipal
Espejo, del 27 de septiembre de 1959[15],
se presenta un artículo, que hace referencia a un informe elaborado por el
Teniente Político de esa población, Dn. Manuel Araujo, escrito el 14 de
septiembre de 1868, y tomado por Elviro Benítez. Allí se da cuenta de la caída
de 297 casas, quedando en pie, apenas, 91, lo que demuestra la magnitud del
desastre y en comparación con el número de las víctimas, se puede aseverar que
se salvaron porque las construcciones fueron muy modestas y en su mayoría de
bahareque.
Hemos
podido determinar una lista de personas fallecidas en el terremoto, teniendo
como base la información del teniente Político de El Ángel y los registros de
la iglesia parroquial, que a la fecha estaba dirigida por el párroco Valentín
Carpio, cuando el dieciocho del mismo mes se producían la “sepultura eclesiástica”.
En
la lista que a continuación presentamos, consta entre paréntesis el registro
del Teniente Político, Manuel Araujo. Hombres; Primitivo Enríquez, Santos Chalacán (indio, de 70 años, casada), Pablo
Chalacán, Manuel Puerres, Nicanor Cuaspud, Cayetano Casanova, el cura lo
registra como adulto, pero el Teniente Político dice; (blanco de 10 años),
Ventura Cadena, Pedro Ruano (blanco, 30 años, casado), (Mario Padilla, blanco
de 19 años, soltero), (Rafael Sánchez, blanco de 35 años, casado), “muertos
aplastados en sus casas en el Terremoto terrible del quince de Agosto de mil
ochocientos sesenta y ocho”, aclara en la partida de defunción.
Las mujeres adultas; “Rosario Enríquez, Carmen Portillo, Manuela Valencia (el Teniente
Político dice Manuel, blanca, fallecido en El Aliso), Fulgencia Padilla (blanca,
30 años, viuda), Asunción Cobagango (el Teniente Político lo registra como
Ascencio, india, 50 años viuda), Juana Yuruscuan (india de 60 años, casada),
Dolores Chalacán, Baltazara Terán (blanca, 38 años, casada), Catalina Cuaycal
(Cuaical, india de 40 años, casada), Francisca Vallejo (blanca, de 50 años,
viuda), María Benavides (blanca, 40 años, casada), Petrona Barahona, (María
Barahona, blanca de 30 años, casada), Natividad Guerrero, blanca de 30 años,
casada) “muertas aplastadas en sus casas”.
Entre
los párvulos fallecidos constan; María
Cabrera (blanca, murió en El Aliso), Rosario Ruano, David Padilla (blanco, 3
años), Leonor Ruano (blanca, 12 años, soltera), Juan Barahona (blanco, de 13
años), Abel Benavides (blanco, 1 año), María Robles (blanca de 8 años), Brígida
Robles y Dolores Robles, (Dolores Tapia, india de 12 años), (Manuel Puerres,
indio de 13 años), (Nicanor Cuaspud, indio de 13 años), (Pablo Chalacán, indio
de 12 años), Ángel Meneses, indio de 12 años), (Rufina Robles, blanca de 14 años),
(Manuel Robles, blanco de 10 años), (Primitivo Enríquez, blanco de 7 años),
(Rosario Enríquez, blanca de 9 años), (Carmen Portillo, blanca de 10 años),
(Rafael Sánchez, blanco de 9 años), José Cobagango, indio de 2 años)”[16].
Las
listas de los fallecidos con la lista de entierros no coinciden, seguramente
porque muchos no fueron rescatados de las ruinas y solo se los nombró en el
registro por parte del teniente político.
Se
suman a estos fallecidos, otros que estuvieron fuera de la parroquia; en
Ibarra: José Mier, José María Benavides y su mujer Petrona Vallejos, Froilán
Erembás; Carmen Vinueza en Cahuasquí, José Chipud en Atuntaqui.
En
las haciendas que correspondían al sector, también se produjeron daños y
muertos. En la Rinconada Grande (Hacienda Bolívar), propiedad de Dn. Teodoro
Gómez de la Torre, de cinco casas, quedó una en pie e inutilizable, de las 15
casas de gañanes y peones, solo quedaron dos; se destruyó el molino y la casa
del molinero. Los derrumbes de consideraciones en El Potrerillo y en Guano, los
cultivos (cebada, parvas de cebada, un montón de papas y otro de mellocos) se
desplomaron al río. La dehesa de San Rafael que servía de seba y una parte del
sector El Trompetillo, descendieron al río Guarmi-yacu que contuvo el caudal y
se formó una laguna. Se produjeron muchas brechas y derrumbos en los potreros
de San Francisco, cultivos de La Loma, El Capulí, Concepción, y, un sinnúmero
de potreros. Se destruyó la acequia que conduce el agua de regadío a esa
hacienda, así como la de Popuelán que lleva agua a Puchués.
En
la hacienda de Ingüeza, de propiedad de Dn.
Alejandro Chiriboga, se perdieron veinte y seis casas, se derrumbó una
superficie de cincuenta cuadras en el sitio Guano, nueve potreros con derrumbes
y con grietas. “El cerro Iguán se había
desplomado sepultando muchas cabezas de ganado y las acequias de Pisquer, El
Cabuyal y Santiaguillo, sin compostura y en una total ruina; las de Pueblo
Viejo, Sn. Nicolás y Puchués del señor Gómez de la Torre, con esperanza de
compostura después de algún tiempo”.
En
la hacienda de San Isidro, propiedad de Dn. Melchor Padilla se perdieron ocho
casas y sus potreros muy agrietados, y en la hacienda Tuscuasa, de mismo
propietario, se perdieron ocho casas, entre ellas tres de teja y doce chozas de
peones y sirvientes. Se derrumbó el molino y no se distinguía el sitio en que
estuvo; se arruinaron las acequias por el derrumbe a agrietamiento de potreros
y sembradíos.
En
la hacienda El Ishpingo de Dña. Manuela Dávalos, se cayeron cuatro casas y dos
potreros con fuertes derrumbos. Arruinadas las acequias de San Vicente de
Pusir, Pusir, Cúnquer y Piquiucho, Chulunguasi, El Tambo, Tutapís, esta última
sin compostura.
En
la hacienda de Chabayán, del señor Carlos Grijalva, se perdieron dos casas y
derrumbado el potrero de El Paridero.
En
la hacienda Rinconadita de los señores Fierro, se perdieron cuatro casas,
derrumbos en los potreros y brechas en los sitios cenagosos. El puente sobre el
río Chota se cayó.
El terremoto del 15 de
agosto de 1868, cuyo primer temblor en Mira fue entre las dos o tres de la
tarde del día sábado, y el terremoto fue a las cuatro de la madrugada para
amanecer el domingo 16. Murieron en Mira 130 personas. Todas las casas cayeron,
inclusive la iglesia, quedando únicamente cuatro casuchas de cubierta de paja
sobre paredes de base por recién construidas[17].
En el libro de defunciones
de la iglesia de Mira, el padre Víctor Almeida anota en la foja 65: "16 y 17 de Agosto de 1868 murieron en
el terremoto y fueron sepultados los siguientes : Bernardo Jiménez, Miguel
Mafla, Antonio Vásquez, Joaquín Barbosa, J. Yépez, Gabriel Ruales, Manuela,
Mercedes y Presentación López, Margarita Gutiérrez, su hijo Agustín, Adelaida
Rosales, Vicente y Eustaquio Jallo, Regina y Mercedes Ruales, Aparicio y
María Muñoz y sus tres hijos, Casilda Muñoz, Darío Arboleda, Dolores Ortiz y
Carmen Galarraga y su hijo y otro sin número cuyos nombres desconozco"[18].
Según la anotación en el
diario de un miembro de la Familia Ruales, en nuestro poder, se registran los
fallecidos; "Gabriel Ruales, su
mujer y sus cuatro hijos; Adelaida, Regina, Ramón y Mercedes de pechos,
aplastados de la casa y fue a la 1 de la mañana al amanecer domingo”. (16
agosto 1868).
En el periódico El Nacional[19],
Nº 336 se presenta un informe por parte de Agustín Santacruz dirigido al Gral.
José María Guerrero, el 21 de agosto de 1886 y dice: "MIRA, la población y la iglesia en el suelo, muertos en las
calles cuarenta y cinco, ignorándose los enterrados".
En noviembre, el Gobierno
Supremo entregó 200 pesos para que las gentes pobres puedan construir sus
casas. La Junta Distribuidora estuvo integrada por Gabriel Cabezas, Pedro
Hernández y Rafael Canelos.
LA
POLÍTICA EN MEDIO DEL TERREMOTO
En otra parte DE LA Vindicación del Ex - Gobernador
de la Provincia de Imbabura, Zaldumbide[20],
dice: “Los terremotos asuelan las
ciudades; el fanatismo político desuela pueblos y naciones”. “Si a la furia de
nuestros volcanes unimos nuestra furia, ya nuestra indómita y fiera naturaleza
aunamos nuestra fiereza y enemistad, pronto seremos, si ya no somos, escándalo
de las Repúblicas, y alto ejemplo de destrucción y miseria. Al paso, pues, que
andamos, nuestros Gobiernos que se suceden de mal en peor unos a otros como los
años de una vejez cansada, nuestra ruin y baja política, y por último los
terremotos al cabo darán al través con nuestra República”.[21]
Para la fecha del terremoto, el Gobernador de
Imbabura era Manuel Ignacio Zaldumbide, terrateniente del sector y, político
liberal, hermano del Julio Zaldumbide, crítico de Gabriel García Moreno, que
incluso escribió el primer folleto titulado; “El Dr. Gabriel García Moreno y la
República”, fue elegido diputado por Imbabura, apoyado por los curas de Ibarra
y el obispo José Ignacio Checa y Barba, a quién, García Moreno, tampoco le perdonó; se opuso y buscó la forma
de que no sea elegido como arzobispo de Quito, dando impulso a la Candidatura
al Obispo de Riobamba Ignacio Ordóñez[22].
García Moreno, tildaba a Julio Zaldumbide, “como un impío conocido y fatuo coplero”,
por su condición de poeta.
Hacemos esta referencia en el sentido de que el Dr.
Gabriel García Moreno, ex presidente del Ecuador, y, con mucho poder entre los
conservadores, pugnaba por ser, nuevamente, candidato a la Presidencia de la
República, y obviamente, a los liberales les tenía mucha animadversión. En un
resumen muy apretado, diremos que en el norte del país, estaba en contra de
Manuel Ignacio Zaldumbide y su hermano; del Obispo Ignacio Checa, que era
candidato para ocupar el arzobispado de Quito.
1868, era un año electoral, ya que para el mes de
mayo estaban previstas las nuevas elecciones, y, sin ningún escrúpulo, García Moreno,
se aprovechó de las circunstancias del terremoto de Ibarra para reflotar su
imagen y tener posibilidades reales de ser el candidato.
El presidente conservador, del momento, Juan
Francisco Javier Espinosa, nombra al García Moreno, el 22 de agosto, como Jefe
Civil y Militar de Imbabura investido de todas las facultades para la
reconstrucción de Ibarra.
Apenas llegado a Ibarra, emprende varias acciones
para socorrer a los sobrevivientes del terremoto y menguar los estragos del
terremoto. Obviamente era un hombre de un carácter fuerte y además venía de ser
un presidente autoritario, que quería demostrar en Ibarra su accionar que le
permita recuperarse para las nuevas elecciones.
El Gobernador de Imbabura fue destituido de su cargo
por el Jefe Civil y Militar, Dr. Gabriel García Moreno, acusándolo de no haber
cumplido a cabalidad su función de autoridad, haber abandonado la escena del
desastre, no atender a los enfermos, ni alimentarlos adecuadamente, etc., pero
en el fondo, de los documentos y declaraciones de testigos presenciales, hechos
por escrito y bajo juramento, que son recogidos en un documento escrito por
Manuel Ignacio Zaldumbide y titulado “Vindicación del Ex gobernador”, se
desmiente punto por punto las acusaciones de García Moreno.
En su presencia
o en comentarios con otros individuos García Moreno manifestó que Manuel
Zaldumbide era un hombre honrado y que hizo cuanto pudo por gobernar en el
estado que habían quedado estos pueblos, pero “hubo que destituirle, porque la autoridad de Gobernador era
incompatible con la suya”, que fue lo mismo que le dijera a Zaldumbide
cuando conversaron en la plazuela de Caranqui, al momento que había regresado
de Yurac - Cruz, socorriendo a su propia familia. Allí le dijo: "que como su autoridad era incompatible
con la mía, y que hasta cierto punto embarazaba la suya, me había separado del
empleo, en virtud de las facultades de que se hallaba investido”, sin
embargo, en ese mismo instante recibió de manos de otra persona, un oficio que
lo guardó y lo leyó con posteridad y en el que García Moreno le inculpaba de no
haber hecho las cosas bien en esos momentos de necesidad del pueblo, oficio que
sirvió para luego, Zaldumbide, escribir su Vindicación.
Zaldumbide,
dice; “que fue destituido por liberal o
por la incompatibilidad de las dos autoridades”, por celo político. Entre
los personajes sobresalientes que testifican el acierto del trabajo de
Zaldumbide constan: el Dr. Marino Acosta; monseñor, Dr. Francisco Pigati; el
Dr. Manuel Páez; el Dr. Juan Villavicencio Maldonado, y, desde Tulcán Agustín
Cruz y Liberio Rosales, más un sinnúmero de testigos que recibieron órdenes de
trabajos de auxilio para los damnificados y otros que fueron beneficiarios de
múltiples ayudas.
En una de las
partes del folleto, Zaldumbide dice[23]: “Algo tarde sale esta vindicación, es
verdad, pero yo creo que en todo tiempo puede uno volver por la verdad por su
propio decoro y honra propia. Si las pasiones humanas han sido en esta ocasión
mal manejadas, ya sabéis que estas son armas de fuego que hieren a quien mal
las utiliza”.
Con el trabajo afanoso, a momentos, dictatorial y
hasta reñido con todo principio, García Moreno, logró amainar las penurias de
los habitantes de Ibarra y alcanzó mucha fama, lo que le permitió ponerse en
primer plano para las próximas elecciones. Sin embargo no estaban tan fáciles
de lo que parecían porque no tuvo el apoyo necesario, pero con su gran
habilidad política, dio un golpe de estado el 16 de enero de 1869 y convocó a
una nueva Constituyente para el 15 de mayo de 1869, la que le eligió como
Presidente de la República.
Mira,
3 de febrero de 2015
NOTA FINAL: Artículo publicado en "Los fenómenos naturales en la historia del Ecuador y el sur de Colombia", Editor: Jorge Núñez. 2015. Primera Edición. Editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana "Benjamín Carrión". Academia Nacional de Historia. pp. 83 - 98.
[1]
Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Historia. Quito.
[2]
Zaldumbide, Manuel Ignacio. 1868. Vindicación del Ex - Gobernador de la
Provincia de Imbabura. Quito, Oficina Tipográfica de F. Bermeo, por Julián
Mora. 29 p. Documento escrito en Pimán, el 4 de octubre de 1898.
[3]Ibídem.
[4]
Resolución del Cabildo, Justicia y Regimiento de Ibarra. Novenario por los
temblores y terremotos en Chile. 30 de julio de 1650. Gaceta municipal de San
Miguel de Ibarra, publicado por el Archivo Histórico Municipal. Ibarra, marzo
de 1949. Año III, N° 6. Pp. 65
[5] Hibsch, Christian; Alvarado P.,
Alexandra; Yépez, Hugo A.; Sébrier, M. y Pérez, V. Hugo. 1996. Falla activa de
Quito y fuentes sismogenéticas regionales: un estudio del riesgo sísmico de
Quito (Ecuador) en el análisis de los sedimentos cuaternarios. En el Boletín
Institucional francés de estudios andinos. 1966, 25 (3): 359 – 388.
[6] Instituto
Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional. El 16 de agosto se recuerda el
gran terremoto de Ibarra, publicado el 15 de agosto de 2013. Disponible en: http://www.igepn.edu.ec/index.php/noticias/808-el-16-de-agosto-se-recuerda-el-gran-terremoto-de-ibarra.
Consultado el 1 de febrero del 2015.
[7]Egas,
Miguel. Informe de la Comisión Médica, remitido el 22 de agosto de 1868, desde
el “Sitio en que fue Otavalo”, dirigido al Ministro del Interior. El Nacional
(Periódico Oficial). N° 337. Imprenta Nacional, por M. Mosquera. Quito. 2464 –
2466 pp.
[8]
Zaldumbide, Manuel. 1868. Informe de detalles de la catástrofe, remitido por el
Gobernador de Imbabura el 19 de agosto de 1868, dirigido al Ministro del
Interior. El Nacional (Periódico Oficial). N° 337. Imprenta Nacional, por M.
Mosquera. Quito. 2462 – 2463 pp.
[9]
García Moreno, Gabriel. 1868. Informe del terremoto de Ibarra. Dirigido al
Ministro de Interior. Caranqui, 3 de septiembre de 1868. El Nacional, Periódico
Oficial. 26 de septiembre de 1868. N° 338. Imprenta Nacional, por M. Mosquera.
Quito. Pág. 2520.
[10]Instituto Geofísico de
la Escuela Politécnica Nacional. El 16 de agosto se recuerda el gran terremoto
de Ibarra, publicado el 15 de agosto de 2013. Disponible en: http://www.igepn.edu.ec/index.php/noticias/808-el-16-de-agosto-se-recuerda-el-gran-terremoto-de-ibarra Consultado el 1 de
febrero del 2015.
[11]
Zaldumbide, Manuel. 1868. Informe de detalles de la catástrofe, remitido por el
Gobernador de Imbabura el 19 de agosto de 1868, dirigido al Ministro del
Interior. El Nacional (Periódico Oficial). N° 337. Imprenta Nacional, por M.
Mosquera. Quito. 2462 – 2463 pp.
[12]
Egas, Miguel. Informe de la Comisión Médica, remitido el 22 de agosto de 1868,
desde el “Sitio en que fue Otavalo”, dirigido al Ministro del Interior. El
Nacional (Periódico Oficial). N° 337. Imprenta Nacional, por M. Mosquera.
Quito. 2464 – 2466 pp. (Entre los miembros de la Comisión médica, constan; “El
filántropo e inteligente Dr. Francisco Vélez, pasa revista en calidad de
médico. El Sr. Dr. Agustín Zambrano desempeña el cargo de cirujano, poniéndose
de acuerdo con el Sr. Dr. Vélez en los casos graves, el Sr. Gabriel Córdova
hace las veces de inspector de todas las salas, y con los señores Rodolfo
Vivanco y Napoleón Dillon, se ocupa de la aplicación de los remedios en la
curación tópica de los heridos y contusos. El señor Miguel Abelardo Egas
prepara los medicamentos y los despacha según están prescriptos en los
recetarios”, dice, cuando hace referencia al “hospital” establecido en
Calpaqui, Otavalo. (Comunicación al Ministro del Interior de 2 de septiembre de
1868, p. 2522).
[13]
Rivadeneira, Antonio y Sierra, Roberto. Informe de la Comisión Médica, remitido
el 22 de agosto de 1868, desde Caranqui, dirigido al Ministro del Interior. El
Nacional (Periódico oficial). N° 337. Imprenta Nacional, por M. Mosquera.
Quito. 2467 – 2468 pp.
[14]
El Nacional, época segunda. N° 337. Periódico
Oficial. Quito. Imprenta Nacional, por M. Mosquera. 1868.
[15]
El terremoto de 1868 en El Ángel. Revista Municipal
Espejo. 27 de septiembre de 1959. Publicación ocasional, con motivo de la
celebración de las Bodas de Plata Cantonales (1934 – 1959). El Ángel Carchi,
pp. 15 – 16
[16] Libro
de defunciones de San Miguel de El Ángel, 1868.
[17] Ulloa, Medardo. 1928. Datos
para la historia de Mira. Archivo Ulloa. Mira.
[18]Libro de defunciones de la
Iglesia de San Nicolás de Mira de 1868. Padre Víctor Almeida
[19] Periódico El Nacional Nº 336, de 1868, pg. 4469
[20] Zaldumbide, Manuel Ignacio.
1868. Vindicación del Ex - Gobernador de la Provincia de Imbabura. Quito,
Oficina Tipográfica de F. Bermeo, por Julián Mora. 29 p.
[21] Ibídem.
[22]
Buriano Castro, Ana. Ecuador 1868: la frustración de
una transición. Coyuntura electoral y prácticas política. http://www.scielo.org.mx/scielo.php?pid=S0186-03482013000200004&script=sci_arttext. Consultado el 4 de febrero del 2015.
[23] Zaldumbide,
Manuel Ignacio. 1868. Vindicación del Ex - Gobernador de la Provincia de
Imbabura. Quito, Oficina Tipográfica de F. Bermeo, por Julián Mora. 29 p.
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