LOS REMEDOS, SON COSA SERIA

En Mira se mantiene una curiosa costumbre; los remedos, como complemento de los festejos de “Inocentes”. No se sabe cuándo empezó, pero lo importante es que, año tras año, se repite desde el 26 de diciembre hasta el 6 de enero.
Los remedos, son cosa seria, a pesar de que sirven para reír hasta más no poder. Es la repetición de un acontecimiento público y hasta privado, corregido y aumentado, muy bien sazonado con la clara picardía y el ingenio de la gente de este pueblo.
Es una irreverencia que permite presentar a los personajes “remedados”, desde el lado cómico, caricaturesco, que todo mortal tiene.
Es un acontecimiento público. La banda del 6 de enero, anuncia que habrá remedos, cuando en alguna esquina, un disfrazado da golpes a un bombo, “llamando a la banda”.
Los “apuntadores” registran todo el acontecimiento, con libreta en mano y ahora, hasta con grabadora para tener material suficiente para que la presentación sea sin deficiencias. El drama, en la vida real, pudo presentarse al inicio o al final del año, que igual es recordado para su remedo.
El elenco lo componen solo hombres, que incluso tienen que hacer papeles de mujeres, y la pinta, gracia y elegancia de las damitas “apenas” es contrariada por unas piernas velludas y musculosas.
Nadie se salva de un remedo. El hombre de vida común y corriente, ha sido representado magistralmente, tanto como el que sobresalió por algún acontecimiento importante.
Presidentes, políticos de toda laya, altas autoridades o recaderos de medio pelo; mujeres, hombres, ancianos y niños; blancos, negros, cholos, indios o gringos; pobres, ricos o millonarios, han sido retratados por el ingenio popular y son puestos a actuar del lado gracioso de la vida, sin aspavientos, amaneramientos o estereotipos que mengüen su presencia. Son rescatados de ese mundo difícil y nos cuentan, chabacanamente, sus pesares.
Muchos reciben de buena gana el “agasajo” pero otros revientan. Esperan la oportunidad para el desquite y se aseguran de reconocer al insolente, pero a poco de eso, notan que entre los curiosos está su presunto acusado. ¿Quién será el malvado remedador?
Las caretas con sus facciones, su ropa, sus dejos, sus expresiones corporales más comunes. De frente y de espaldas es usted, el remedado. A quién puede culpar si usted es así. Para qué ponerse iracundo, si es su otra mitad que actúa libre de compromisos.
Mil y más anécdotas se cuentan; del padre que no pudo reconocer a su hijo remedador; del hijo que cree imposible que su padre esté remedando; de la novia que se asusta al escuchar que el disfrazado sabe sus secretos.
Allí la gracia y la picardía. Allí la carcajada para hacer un paréntesis en el trajinar duro de la vida. Allí la inocencia y el detalle. Allí el genio mireño.
Los remedos son cosa sería, dijimos, y así es; pero en ocasiones y, conforme ha pasado el tiempo, se ha encargado las actuaciones a personas no calificadas, sin un mínimo de cordura y, del “arte” de la actuación, se cruza fácilmente a la chabacanería, a la grosería, al insulto vulgar como vulgar es el “actor de marras”.
La copita para controlar los nervios, también les juega malas pasadas y de la compostura a la obscenidad no dista mucho.
Lamentamos que, poco a poco, lo ramplón, haga que los remedos de calidad se conviertan en una impertinencia reprochable. Que pena.

Tomado del semanario “El Norte”, sábado 28 de diciembre de 1985, 
página 8. Autor: Bayardo Ulloa Enríquez

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