GALO ROSERO NAVARRETE; AUTOR DE LA LETRA DEL HIMNO AL CANTÓN MIRA

Galo Francisco Rosero Navarrete.

Hijo de Jorge Rosero Calvachi y de Isabel Navarrete Luna, oriundos de San Gabriel, nacido el 6 de marzo de 1936 y fallecido en Quito el 21 de agosto de 2022. 

Hermanos; Marco, Remigio, Luis y Mariana. 

Estudio en la escuela de su lugar natal, Abdón Calderón. 

Secundaria en el Seminario Menor San Diego de Ibarra. 

Seminario Mayor San José de Quito.

Ordenación sacerdotal el 29 de junio de 1960. 

Coadjutor de la Vicaría foránea de El Ángel - Carchi (22 de agosto de 1963) Director de la Escuela Católica José María Mier, de El Ángel.

Capellán de la Escuela Santa Mariana de Jesús en el Ángel.

Párroco de Monte Olivo en la provincia del Carchi, en 1964. 

Párroco de San Nicolás de Mira en 1967. 

Entre 1974 y 1976 fue párroco de la catedral de Tucán.

En 1976, nuevamente es designado cura de Mira.

Permaneció de cura párroco hasta su retiro por jubilación en 1995.

Promotor y presidente del Comité por la creación del colegio católico “León Ruales” de Mira. 

Impulsor permanente de la Cantonización de Mira. 

Autor del Himno al Cantón Mira, aprobado por ordenanza del Ilustre Concejo Municipal de Mira el 31 de marzo de 1986. 

En Quito: 

fue vicario de la iglesia de Iñaquito. 

Capellán del Asilo Corazón de María. 

Capellán del monasterio del Carmen Bajo y del Hospital de Solca. 


Himno del Cantón Mira


CORO


¡Salve, oh Mira, ciudad Centenaria,

hoy tus hijos ufanos, cantamos,

tus heroicas jornadas, tus lides,

de trabajo, cultura y honor!


ESTROFAS


Ubicado por Dios en lo alto,

desde donde se extiende el paisaje, 

de las brumas etéreas y azules, 

hasta el cárdeno y triste celaje, 

cincelaste en el ser de tus hijos, 

ideal de feliz lontananza, 

construir con altiva pujanza, 

un mañana de sol y de paz.


Amasada de ibérico ancestro,

en tus aires fecundos flamea,

el espíritu libre, indomable,

que rechaza cualquier injusticia,

hace siempre el saber su delicia,

y ha esparcido con manos abiertas,

para propios y extraños a raudales,

la alegría que endulza el vivir.


¡Oh tus hijos de brazos de hierro!

y de clara y de diáfana idea,

la mirada en la verde esperanza, 

el anhelo en la dulce quimera,

inconforme con ínfima suerte,

con honroso sudor cotidiano,

te llevaron a solio elevado,

hasta hacer de su Mira un cantar.


¡Adelante querido terruño!

do la mies abundante florece,

de conquista de nuevos laureles,

de llegar hasta místicas cumbres,

de progreso y de días mejores,

los ensueños de nuestro ayer.


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